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Los gallos de San Isidoro de León

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Hace unos pocos años pudimos admirar en la localidad francesa de Bayeux, una de las obras más impresionantes de la Edad Media fechada en el s. XI: el Tapiz de Bayeux (La Tapisserie de Bayeux), también conocido como el "Tapiz de la reina Matilda"(http://www.fonsado.com/2011/09/bayeux-centro-de-dos-invasiones.html).

Se trata de un gran lienzo bordado de 70 metros que narra la conquista de Inglaterra por el normando Guillermo el Conquistador. En uno de los apartados historiados se narra la muerte y el entierro del último rey sajón, Eduardo “el confesor”. Las imágenes del entierro muestran como los restos del monarca inglés son llevados a hombros por sus fieles a la Abadía de Westminster en Londres, donde fue enterrado. 


Sobre el tejado del templo se puede observar como un personaje instala en lo alto de la torre un gallo, dejando constancia y notoriedad de la importancia que ostentaba la conocida abadía al encontrarse bajo la advocación de San Pedro. Como sabemos, la presencia del gallo entre los cristianos rememora el episodio bíblico de la traición, de la negación por tres veces de Pedro en los momentos previos a la Pasión, cuando el gallo, cantando dos veces, recuerda al apóstol que Jesús le había profetizado su acto de cobardía (Mc 14,30) (En los Evangelios de Mt. 26,34, Lc. 22,34 y J. 13,38, Pedro niega a Jesús tres veces, antes de que cante el gallo una vez). 

A partir del s. IX el gallo se convirtió en la imagen recurrente de la mayoría de las iglesias. El papa Nicolás I implantó la costumbre de situar sobre las veletas existentes en lo alto de las Iglesias un gallo que simbolizase la resurrección de Cristo, pero también con la finalidad de alejar al demonio, por la vinculación del gallo con San Pedro, personificado éste como germen y cimiento de la Iglesia: “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.

Esta simbología de "resurrección y defensa del mal", aparece significativamente en la Real Colegiata Basílica de San Isidoro de León en tres lugares emblemáticos: 

-Dibujado en el más bello y completo de todos los beatos, el Beato de San Isidoro, también conocido como Beato de los reyes Fernando I y Dª Sancha.

- Coronando altivamente la veleta de la formidable torre románica, desde donde vigila desde hace siglos el devenir de la ciudad.

- En las extraordinarias pinturas románicas del Panteón Real, en las que no aparece una sino dos veces. 

Fechado en 1047 el Beato de San Isidoro permaneció en la Colegiata hasta el siglo XVI-XVII, en las que pasó a manos de los marqueses de Mondéjar. Felipe V, tras la guerra de Sucesión, incautó la biblioteca de los marqueses y el Beato pasó a la Biblioteca Real y de ahí a la Biblioteca Nacional, en la que actualmente se encuentra.

El gallo del Beato de San Isidoro se halla dentro de una de las 98 miniaturas que contiene, conocida como el Arca de Noé. La ilustración nos muestra el Arca en forma de casa, con un tejado a dos aguas que cobija cinco estancias, cuatro de animales y la superior reservada a Noé, su mujer y sus tres hijos y esposas. 

Hay que señalar que desde antiguo el Arca de Noé se usaba normalmente para representar a la Iglesia, identificándola como la “casa de salvación”. Bajo la representación de Noé y su familia, en la miniatura se muestran las cuatro estancias llenas de animales. En la primera o más baja, se representan los grandes mamíferos: elefante, camello, jirafa, … En la segunda aparecen animales mitológicos y fantásticos que, por supuesto, nunca “estuvieron” en el Arca, aunque se encontraban presentes en la mente del hombre medieval. La tercera estancia corresponde a los grandes depredadores y en la cuarta aparecen los animales “domésticos” entre los que destaca y se define claramente un gallo amarillo con cresta y carúncula roja que, sobre el fondo negro, es el animal que más fácil resulta de identificar en la bella miniatura. 


Desde el año 2002 se expone en el Museo de la Real Colegiata de San Isidoro de León el gallo-veleta, uno de los emblemas de la ciudad, que desde hacía casi mil años coronaba la torre campanario de la Basílica, acompañando así el quehacer cotidiano de la ciudad y que ahora ha sido sustituido por una magnífica réplica fundida en bronce dorado.


Esta pieza excepcional ha permanecido imperturbable cientos de años en lo alto de la torre, desde la que ha sobrevivido a mil circunstancias adversas, sobre todo a los acontecimientos del convulso siglo XIX, en el que San Isidoro pasó por delicados momentos de supervivencia, como los graves sucesos provocados por la entrada, ocupación y saqueo de las tropas francesas, durante los cuales algún soldado gabacho consiguió hacer impacto en la pieza con su mosquetón.

Pero también resistió a los complicados períodos de la Desamortización de mediados de siglo, además de sobrevivir a las revueltas y asaltos de la revolución de 1868 y a las tristes incautaciones gubernamentales de los años 1868-69 que se sucedieron en la Basílica, que supusieron el traslado a Madrid de varias piezas únicas que ahora se exhiben en el MAN http://www.fonsado.com/2013/01/la-incautacion-de-obras-de-san-isidoro.html

Su localización en lo alto de la torre debió de tener con seguridad una doble función. En primer lugar, su ubicación debe dirigirse a una funcionalidad simbólica, como símbolo solar que anuncia la salida del sol, el triunfo de la luz contra las tinieblas; pero también, como emblema particular de Cristo poniendo particularmente de relieve su simbolismo solar: luz y resurrección. 

Gracias a la importante restauración de la torre románica en el año 2001, se produjo el desmontaje y posterior restauración de la excepcional pieza, permitiendo también una serie de actuaciones que implicaron estudios artísticos, históricos, entomológicos, palinológicos, además de un profundo análisis metalográfico y hasta paleográfico, cuyos resultados se dieron a conocer públicamente en el 2004 mediante las actas de las “Jornadas Isidorianas sobre el gallo de la torre”, espléndidamente publicadas por la Cátedra de San Isidoro. 


En principio, no hay ninguna duda de que el gallo es una pieza de metalistería islámica con un claro destino palatino. Pero, ¿cuál puede ser su verdadera procedencia, su ubicación en la Península? No existe una respuesta definitiva al respecto, pero durante el siglo XI existe una curiosa e interesante línea de conexión entre la ciudad de León, capital del Reino, con el al-Ándalus. En esta conexión o vínculo, que se concreta en una serie de sucesos armados, podría haber tenido lugar el traslado a la ciudad de esta sugestiva obra.

Se desconoce el momento concreto en el que el gallo se situó en el campanario. Su instalación va unida a la construcción del segundo cuerpo o campanario de la torre, si bien, en la pieza cónica ajena a la figura del gallo que protege el vástago o eje central permitiendo la movilidad de la veleta, existe una inscripción cuya grafía, según los estudios realizados, corresponde a finales del siglo XI o inicios del XII. 

Aunque los islamitas de la Península eran expertos metalistas, como lo demuestran los importantes talleres y las obras que han llegado hasta nosotros, los análisis terrígenos realizados al gallo por el Departamento de Biología Vegetal de la Universidad de León, demuestran la presencia de pólenes de especies vegetales distintas a las que existen en la cubierta de la torre donde estaba anclado, al tener éstos un origen oriental, concretamente pertenecen a especies propias de la cuenca del Golfo Pérsico. De esta manera, fácilmente puede tratarse de una obra artística más de la frecuente importación de materiales o piezas de arte que los andalusíes se hacían traer de Oriente.

A pesar de ello, la hipótesis expuesta de que nos encontramos ante una obra posiblemente importada de Oriente, no desvirtúa la posibilidad de su llegada al Reino de León desde el al-Ándalus, como adquisición, tributo o acción militar. 

Esta última opción es probablemente la más factible debido a las incursiones militares leonesas en esa época, como la ocurrida en 1009 donde tropas leonesas saquearon el palacio califal de Medina Azahara, o pudo haber sido traído por Alfonso VI como parte de los saqueos realizados en 1072-1075 en los alrededores de Córdoba en apoyo a su aliado Al-Mamún, rey de Toledo. Tampoco se puede descartar su origen valenciano como parte del botín obtenido por Alfonso VI, motivado por  los impagos del musulmán Al-Qadir, o también, proceder de alguno de los palacios que el propio Al-Mamún tenía en Toledo y que, tras la conquista de la ciudad en  1085 por Alfonso VI, pudo haber sido trasladado a la capital leonesa para adornar la torre del Panteón Real de San Isidoro de León, tumba de sus padres Fernando I y Sancha. (http://www.fonsado.com/2009/03/el-gallo-de-san-isidoro-de-leon-ii.html).


El Panteón Real de San Isidoro es una pequeña estancia cuadrada abovedada de unos 65 m2 que se encuentra a los pies de la Basílica, con la que esta comunicada, y que ya pertenecía al anterior templo dedicado a San Juan Bautista. 

Dos corpulentas columnas parten el recinto en tres naves y junto con los arcos formeros y los arcos fajones forman seis bóvedas de crucería muy planas, que contienen un extraordinario y único ciclo de pintura románica realizado sobre una base de estuco blanco alrededor del año 1170, año en que todavía está vigente la liturgia mozárabe en el Reino leonés. 

Para su realización se utilizaron preferentemente colores como el ocre, amarillo, rojo y gris, todos ellos en diferentes matices; además se incorporan inscripciones que tratan de explicar las escenas que se muestran. Algunas de las paredes laterales también revelan pinturas con distintos hechos: “Crucifixión”, “Cordero de Dios” y “Natividad”, en el lado este (puerta de entrada a la iglesia); “Visitación y Anunciación” y “Epifanía y Huida a Egipto” en el paramento sur (la actual entrada). 


Las bóvedas se distribuyen de este a oeste: frente de la “Crucifixión” se localizan “Cristo Apocalíptico” y “La Pasión”; en el centro, frente a la representación del “Cordero”, las bóvedas del “Pantocrátor” y la “Santa Cena”; por último, frente a las imagines de la "Natividad", están las bóvedas del “Anuncio a los Pastores” y la “Matanza de los Inocentes”.


En una de las enjutas de la bóveda de la “Santa Cena” aparece en un lugar destacado un expresivo gallo que mira hacia la derecha, realizado en color negro salvo alas, cresta y carúncula que se muestran rojizas. Se localiza en un lugar destacad0 del conjunto apoyado en roleos vegetales y con su cartela identificativa: GALLVS.

Su presencia en la escena de la “Santa Cena”, considerada la escena principal del Panteón, confirma la importancia que para la tradición cristiana representaba el ave, como protagonista de la profecía en la que Jesús señalará la cobardía de Pedro al negarle tres veces: "Antes de que el gallo cante dos veces tú me negarás tres". Este triste episodio del Apóstol servirá para convertirle en pilar, base y sustento inmutable de la Iglesia, y el gallo pasará con el tiempo a ser símbolo de resurrección y firme protección ante el mal, como ya hemos citado.


Este gallo es una de las imágenes más conocida, divulgada y representada del Panteón Real y su parecido con la figura del gallo de la torre románica es patente. Colas, carúnculas, picos y sobre todo las crestas, son prácticamente semejantes. 

Pero no es la única imagen de ave del Panteón Real. La bóveda denominada de la “La Pasión” cuenta con una serie de escenas: Cirineo portando la cruz, Pedro cortando la oreja a Malco, Pilatos lavándose las manos, y varios soldados. En otra de las escenas, una sirvienta (MVLIER ANCILLA) afirma ante Pedro que él era uno de los seguidores de Jesús, a lo que este lo niega rotundamente como muestra la representación del Apóstol rechazando la afirmación con las dos manos alzadas. Al lado, se muestra otro gallo (figura poco conocida) que parece mirar la escena desde la percha en la que está apoyado, estira su cuello y con el pico abierto emite por segunda vez su canto (o primera, según Evangelios), cumpliéndose así el vaticinio de la negación por tres veces de Jesús por parte de Pedro: 


… Y enseguida cantó por segunda vez un gallo, y se acordó Pedro de la palabra que Jesús le había dicho: “antes de que el gallo cante dos veces me negarás tres”. Y recordándolo, lloraba. Cantó el gallo y Pedro volvió en sí. Jesús sale entonces de la casa de Anás a la de Caifás, y en el revuelo de la salida sus miradas se cruzan. Jesús le mira con compasión. Pedro se da cuenta de lo que ha hecho y "salió fuera y lloró amargamente" (Mc 14, 30). 


El gallo de esta bóveda aunque se orienta hacia la izquierda, posee los mismos colores, trazos y parecido que el anterior, aunque se aprecia más realista a pesar de su peor conservación. Bajo la imagen, la inscripción TRISTATVS EST PETRVS (Pedro está triste), haciendo referencia a la tercera negación del Apóstol. En otra escena de la misma bóveda, se muestra a Pedro llorando, fiel descripción del texto del Evangelio de Mateo (PETRVS FLEVIT, “Pedro lloró”, dice la inscripción).








La campana más antigua de España: La Laurentina

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LAS VELAS (sobre Cantiga de Santa María nº 180) - Empleo "carrillón de martillo"

Desde hace unos meses han desaparecido, inexplicablemente, centenares de fotografías de mis entradas, que de esta manera han quedado sin referencias importantes sobre su contenido. Una vez revisadas he creído necesario rehacer y actualizar la mayoría de las que hacen referencia al arte, patrimonio e historia de León.


Una de las entradas que considero más interesante y que sin fotografías carece prácticamente de sentido, es la relativa a la existencia en la Real Basílica de San Isidoro de León de la campana denominada La Laurentina.


La campana de San Lorenzo o Laurentina es prácticamente desconocida, a pesar de ser considerada la campana más antigua de España que ha llegado a nuestros días y una de las más antiguas de Europa, si bien hay que señalar que se trata de una campana inutilizada para su uso y no instalada en campanario. Existe otra pieza en el Museo de Córdoba de fecha anterior (año 930), pero se trata de una pequeña campanilla votiva mozárabe (21 x 30 cm.) donada al Monasterio de San Sebastián del Monte, en plena sierra cordobesa, por el abad Samsón.

Sin embargo, la campana de San Lorenzo, fundida en 1086, el mismo año en el que Alfonso VI de León es derrotado en Sagrajas por las tropas almorávides de Yusuf, es ya una campana de significativas medidas para la época: 57 cm de diámetro, 1,75 metros de circunferencia y aproximadamente 80 kg. 

En una época (finales del XI) de construcción-remodelación de la iglesia y su Panteón Real, su destino sería la torre del templo con el objeto de ser oída en toda la ciudad y no simplemente para ser utilizada en los actos litúrgicos del interior. Esta última, sería la función de la pieza cordobesa que, curiosamente, es idéntica a la que porta uno de los ovinos reflejados en la "Anunciación a los pastores" del propio Panteón Real de San Isidoro.



La utilización de las campanas para comunicar cualquier tipo de acontecimiento viene de antiguo, pero en las iglesias cristianas comenzaron a usarse tardíamente. En los primeros siglos, los anuncios y las llamadas se hacían de puerta en puerta por medio de los “cursores”, diáconos dispuestos para esta ocupación. Más adelante, se usaron objetos de madera o platillos de metal, que se golpeaban unos con otros, pero también trompas y bocinas.



En sus inicios las campanas son denominadas “signum” (en el epígrafe de la campana leonesa se la designa así), comenzando a fundirse las de mejor calidad y tamaño en la región italiana de Campania en el siglo VII, de ahí el origen posterior de su nombre. También se las conocen con el nombre de “nolas”, debido a que la ciudad de Nola es la capital de la Campania, si bien este apelativo queda con el tiempo para designar las de pequeño tamaño: campanilla, esquila, codón, etc., que se utilizaban en el coro, refectorios, instrumentos o actos litúrgicos. 


En las iglesias antiguas y en las de nueva construcción, se impone la edificación de torres con el fin de instalar las campanas para que su sonido, gracias a la altura, llegara lo más lejos posible, convirtiéndose, de alguna manera, en el medio de comunicación tradicional que el pueblo escucha y sabe interpretar. Marcan el tiempo de la colectividad e identifica el lugar donde suceden asuntos importantes, tanto religiosos como civiles.


Estas torres imitan en altura a los minaretes de las mezquitas, y las campanas a la voz del almuédano convocando al pueblo a la oración. Pero los musulmanes siempre fueron contrarios a su uso al pensar que su tañido asusta a los espíritus vagabundos e interrumpe el descanso de las almas. 


Los árabes en su expansión militar, hicieron enmudecer las campanas que había en los territorios ocupados, bajándolas de las torres y utilizándolas como lámparas o adornos en sus mezquitas y palacios. Conocida es la historia de las campanas de Santiago de Compostela que, desmontadas por Almanzor en la invasión del año 997, las trasladó a la mezquita de Córdoba a hombros de esclavos cristianos. Fernando III las recuperó en su conquista de 1236, y las devolvió, esta vez a hombros de musulmanes, a la catedral de Santiago.


Según va avanzando la Reconquista las campanas se multiplican en la España cristiana, y entre los siglos XV y XVI se funden las mejores campanas de bronce (80% de cobre y 20% de estaño), muchas de las cuales aun siguen sonando espléndidamente. Actualmente, y siguiendo al experto valenciano Frances Llop, existen 150.000 campanas censadas en la Península, de las que 1077 están ancladas en las 94 catedrales españolas. 

Como curiosidades, Llop señala que la más antigua en funcionamiento es la “Wamba”, que suena en la catedral de San Salvador de Oviedo nada menos que desde 1219; la segunda más antigua es “María Caterina”, que está ubicada y funcionando desde el año 1305 en la torre del Miguelete de la catedral de Valencia. La catedral que posee más campanas es la de Málaga, con 37 piezas, y la más grande, con 2,90 metros de diámetro y 7500 kg. de peso, es “La Gorda” en la catedral de Toledo, fundida en 1753; según se decía, su potente tañido hacía abortar a las embarazadas y, en algunos días, podía oírse desde Madrid. 

Pero existen otras anécdotas, como la condena a muerte que sufrió "
Honorata", la campana de la Catedral de Barcelona, que en 1714 tras el sitio de la ciudad, fue sentenciada por Felipe V ordenando que fuera ajusticiada por haber  tocado a rebato contra su ejército. Fue bajada de la torre, destrozada públicamente y fundida para hacer cañones.

En la catedral de Murcia se encuentra desde 1383, “La Mora”, llamada también de “Los Conjuros”. Era costumbre que, desde mayo a septiembre, sonara todos los días a las 5 de la tarde con el fin de ahuyentar de la ciudad todo tipo de males: riadas, epidemias, tormentas, etc. También se decía que su tañido servía para "conjurar" a las nubes y hacer que descargaran su lluvia, siempre muy escasa en la zona.


Pero la campana más conocida por el suceso ampliamente divulgado en literatura, teatro y pintura, es la legendaria “campana” de Huesca, aquella en la que en el año 1136 el rey aragonés Ramiro II mandó colgar como escarmiento las cabezas de los nobles rebeldes de la ciudad, siguiendo los consejos del abad de San Juan de la Peña.



Como ya hemos comentado, la campana leonesa de San Lorenzo mide de 57 cm. de diámetro y pesa unos 80 kg.; tiene una bella forma de tulipán y su corona posee tres anillas, más grande y potente la central, y dos pequeñas foraminas triangulares, llamadas "oídos": dos orificios para modificar y mejorar su sonoridad. No obstante, una grieta importante impide su utilización a pesar de los vastos intentos de soldadura que, en su momento, se realizaron para solucionar su estado. A pesar del fracaso en el intento de rehabilitación, no debe darse por perdida ya que las técnicas actuales permiten su restauración, pudiéndose recuperar totalmente sus valores culturales, sonoros y sus toques tradicionales.

En el círculo o anillo sonoro posee, muy bien grabada en escritura visigótica, una inscripción de aproximadamente 3 cm. de altura entre dos franjas con dos cordones incisos; se trata de una roboratio, denominada así porque da noticia significativa del donante que ofrece el objeto votivo:


+ INNME DNI OBHoNOREM SCI LªVRENTi ARCE DCNI RVDERICVS GVNDISaLBIZ HoC SiGNUM FiERI ISSIT INERA CXXIIII P T S


+ EN NOMBRE DEL SEÑOR. EN HONOR A SAN LORENZO EL ARCEDIANO RODRIGO GONZÁLEZ MANDÓ QUE SE HICIERA ESTA CAMPANA EN LA ERA DE 1124.



Hay que tener en cuenta en relación con la datación de la inscripción, que la “era hispánica” llevaba 38 años de adelanto (fecha de referencia de la “pacificación romana": 1 de enero del 38 a.C), usándose con normalidad este calendario en documentos e inscripciones del s. III al s. XV en España y sur de Francia. Teniendo en cuenta esta práctica, la leyenda de la campana que hace mención a “Era Centesima vigesima quarta post millesima” (INERA CXXIIII P T S), corresponde realmente al año 1086.


Como señala la inscripción, la campana fue donada a finales del siglo XI por un arcediano, principal dignatario del cabildo, en honor a San Lorenzo. El arcediano Rodrigo González sería con seguridad el "padrino" en la consagración y bautizo de su campana.

El cáliz y las campanas son los únicos utensilios litúrgicos que se consagran, los demás únicamente se bendicen. La ceremonia de consagración de las campanas, llena de simbolismo, se realiza en un bello ceremonial protagonizado, generalmente, por el obispo.


La campana se suspendía sobre el suelo en un acto solemne, donde participaban los fieles y el clero. El padrino y la madrina, en su caso, se situaban junto al obispo que rociaba la campana con agua bendita con el fin de ahuyentar los demonios, alimañas, granizo, los rayos, etc. Los diáconos la lavaban por dentro y por fuera también con agua bendita y luego era cuidadosamente secada mientras se entonaban salmos.


El obispo se ponía debajo con el incensario inundando todo su interior, mientras era uncida por dentro y fuera con los óleos sagrados. Los padrinos debían elegir un nombre, por lo general correspondiente a un santo, en este caso San Lorenzo, y el obispo se dirigiría de esta manera a la campana:

"En honor de San Lorenzo, que la paz sea contigo de ahora en adelante, querida campana".


¿Porqué San Lorenzo? Los arcedianos, como en este caso el donante Rodrigo González, se encargaban, entre otras misiones, de las obras de caridad y la administración de los bienes de la diócesis; San Lorenzo, mártir en el siglo III, es nombrado por el Papa Sixto para administrar los bienes de la Iglesia y el cuidado de los pobres, por lo que es considerado el primer "tesorero" de la Iglesia. Seguramente el arcediano leonés quería rendir tributo al primer diácono que, como él, se encargaba de gestionar y gobernar el patrimonio eclesiástico.



Actualmente, la campana de San Lorenzo está colgada de uno de los muros de la Capilla de los Vacas, una de las salas-capillas del claustro de la Colegiata de San Isidoro dedicadas al enterramiento de importantes familias leonesas. Junto a ella, en el centro de la sala y dentro de una vitrina, el "Gallo de San Isidoro" que posee sus correspondientes, aunque bastante simples, paneles explicativos. La Laurentina simplemente tiene una escueta referencia: "Campana mozárabe. 1086". La campana más antigua de España, no muestra más reseñas.


Pero no solo su antigüedad la hace interesante. La Laurentina no estaba situada en un templo o ciudad cualquiera de la Península, se ubicaba en un lugar privilegiado y trascendental de la España que iniciaba el segundo milenio. Se hallaba en la capital del Reino que hacía frente al poder musulmán, y concretamente en el templo emblemático de la ciudad en el que los reyes leoneses eligieron como lugar de enterramiento. Pero también sobre el Camino de Santiago, en la torre del templo que controlaba la Puerta de Renueva de la muralla defensiva leonesa, la salida natural de la ciudad hacia el Oeste, hacia Compostela.

Desde su otero en la torre de la Basílica, la campana de San Lorenzo llamaría a prelados, nobles y reyes, convocaría Concilios y Cortes, sería testigo de grandes hechos y empresas, de excelsos enterramientos, celebraría hazañas, revelaría a los leoneses peligros y riesgos, fijaría la liturgia y marcaría las horas de la vida en la ciudad. Pero a la vez, sería testigo del paso de generaciones y generaciones de peregrinos que, desde los comienzos de la ruta ancestral, pasarían por la ciudad de León, la capital del Reino, en dirección a Finis Terrae mientras escuchaban sus solemnes tañidos.


Ahora, desde el vacío claustro de San Isidoro y cerca de cumplir 1000 años, solo puede esperar mejores tiempos y escapar de la condena de olvido y de silencio obligado.




- La Laurentina. Capilla de Los Vacas, Claustro de San Isidoro de León. 
- Campanilla votiva del abad Samson. Museo de Córdoba. 
"Anuncio a los pastores". Panteón Real de San Isidoro. 
"Los campaneros". Alexandre Gabriel Decamps. 
- Traslado campanas de Santiago a Córdoba. Catedral de Santiago de Compostela. 
- Grabado del regreso de las campanas a Compostela. 
"Wamba". Catedral del Salvador. Oviedo. 
"La Gorda". Catedral de Toledo. 
"La Mora". Museo, antes Catedral de Murcia. 
"La Campana de Huesca". José Casado de Alisal. 
- Grieta en la Laurentina. - Inscripción "San Lorenzo". 
- Beato de Tábara (siglo X). Imagen campanario primitivo con dos campanas y campanero. 
- Carrillón diatónico. Cantigas, siglo XIII. 
- Claustro y torre de la Real Colegiata de San Isidoro de León.
 - Carrillón martillo. Cantigas, siglo XIII. - La Laurentina en su ubicación.



Los orígenes del "Belén"

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La estampa del nacimiento de Jesús y los sucesos que lo rodean, como puede ser la "Adoración de los Magos" o el "Anuncio a los Pastores", son historias que están siempre presentes en los belenes. La base para la construcción de estas y otras escenas se encuentra en dos de los llamados Evangelios Sinópticos o Canónicos, los de Lucas y Mateo, pero también en los textos no reconocidos por la Iglesia, los denominados Evangelios Apócrifos, que son más pródigos en pinceladas y detalles que aportan una mayor simpatía y ternura al suceso.


Se considera a Francisco de Asís el creador y precursor del belén, por la representación que realizó en el año 1223 en la localidad italiana de Greccio, a medio camino entre Asís y Roma. Su presencia en ese lugar cuenta con una curiosa leyenda. Francisco visitaba la aldea periódicamente para predicar, lo que supuso que, con el tiempo, sus habitantes le pidieran que permaneciera junto a ellos. Giovanni Velita, señor de Greccio, decidió edificar una casa para Francisco y sus hermanos.

El Santo receló del ofrecimiento, temiendo que el contacto permanente con la población, les hiciera olvidar y perder sus prácticas eremíticas, pero al final cedió con la condición de que el convento fuera construido, al menos, a un tiro de piedra. El señor de Greccio, que era ya anciano y se desplazaba con dificultad, eligió a un niño para que lanzara un tizón encendido lo más lejos posible y, para sorpresa de todos, el proyectil describió una inmensa parábola estrellándose contra un monte rocoso a más de dos kilómetros de distancia. En aquél pedregal se excavaron algunas grutas acondicionándolas para vivienda de todos los hermanos; de esta manera, Francisco y sus seguidores consiguieron permanecer suficientemente alejados de la población.



"Qué miran en la tierra, qué contemplan? a Aquél, entorno al cual los astros giran, gran Astro del amor, del regazo santísimo escurrirse, y de Francisco, en brazos, dormirse acunado sobre su corazón"  (Jacinto Verdaguer)

Y allí, en Greccio, en el valle de Rieti, se produjo la primera representación viviente del nacimiento de Jesús el día de Navidad de 1223. A pesar de que el Papa Inocencio III había prohibido en 1207, solo dieciséis años antes, las teatralizaciones sagradas, Francisco consiguió de su sucesor Honorio III, una dispensa para realizar dicha celebración.


Con varios días de antelación hizo preparar en una de las cuevas cercana al monasterio un pesebre con heno, y dispuso que se trajera al lugar una mula y un buey. A medianoche acudieron a la cueva para celebrar la misa todos los hermanos, además de los vecinos de Greccio y los campesinos de las aldeas vecinas, que iluminaron el recinto y sus alrededores con antorchas.



Francisco celebró la misa sobre el pesebre y en la lectura del Evangelio, en el momento que llegó al pasaje: “Gloria a Dios en las alturas, paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, una luz azul iluminó la cuna y todos pudieron ver a Francisco inclinarse y después incorporarse con un recién nacido en los brazos. El niño, sonriendo y agitando sus menudos pies, tendió sus brazos y acarició la barba y mejillas de Francisco, mientras este lo alzó gritando: “¡Hermanos, éste es el Salvador del mundo!"


Si bien puede resultar excesivo asegurar que aquella noche de Greccio fue el origen de las representaciones del Nacimiento, sin embargo, está justificado considerar el suceso como el punto de partida de un fenómeno con una difusión posterior extraordinaria en todo el mundo. Los franciscanos, a ejemplo de su fundador, se convirtieron en los pioneros del "Belén" en las iglesias y conventos que abrieron por toda Europa. Por ello, desde 1986, San Francisco de Asís es considerado el patrón universal del belenismo.




- Natividad. John Singleton.
- Greccio. Italia.
- La Navidad de San Francisco. Giotto.
- Cueva de Greccio.


León en la "Toma de Granada"

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Ayer, día 2 de enero, se conmemoró nuevamente pero con muchas restricciones y para oposición y disgusto de la izquierda y los progres, el Día de la Toma, la celebración de los 528 años de la rendición de Granada que puso fin a la Reconquista y a la definitiva expulsión de los musulmanes de la Península. De esta manera, se fijó definitivamente y para siempre la frontera occidental española y europea de la cultura, religión y expansión islámica.


¿Qué une o relaciona a los leoneses con esa conquista? El 1 de agosto de 1170, con el patrocinio del rey leonés Fernando II, se funda la Orden de Santiago, en principio con el fin de defender la frontera de la extremadura del Reino de León frente a las posibles incursiones musulmanas.

Las conquistas leonesas, entre las que se encontraban la ciudad de Cáceres (Qasrish), son confiadas a la Orden de Santiago que desde el 31 de enero de 1171 se sitúa bajo la advocación y patrocinio del apóstol que, a pesar de que actualmente se pretende vincular exclusivamente al ámbito gallego, su culto y promoción fue desde sus inicios obra de los reyes asturianos y, más adelante, de sus herederos los monarcas del Reino de León, que protegieron y divulgaron la devoción al santo por toda la Península,  que llegó a ser Patrón y Capitán General de las Españas.

La Orden Militar de Santiago y el Reino de León que la implanta, protege y difunde por toda España, tendrán un protagonismo especial en el episodio que pone fin a la invasión y expansionismo musulmán iniciado en el siglo VIII desde el norte de África: la rendición de Granada.

Mientras los reinos cristianos se fusionaban mediante intereses y alianzas que se consolidaban a través de importantísimos vínculos matrimoniales, como el de Fernando V e Isabel I, uniendo las coronas de Aragón y de León y Castilla, las monarquías árabes se entregaban a luchas fratricidas y sangrientas conspiraciones entre distintos pretendientes. Padre e hijo se enfrentaban en el Reino de Granada en los últimos años de la existencia del reino musulmán nazarí: Muley Hasan y su hijo Muhammad XII, conocido como Boabdil.

La situación para los granadinos se volvió insostenible. El 25 de noviembre de 1491 el reino nazarí se vio obligado a una irremediable rendición, firmando el Tratado de Granada o Las Capitulaciones de Granada. Por este acuerdo, el monarca granadino Boabdil renunciaba y entregaba a Isabel y Fernando la soberanía del último reino musulmán, a cambio de que se garantizara a los vencidos una serie de derechos, entre los que se encontraban la tolerancia religiosa y un tratamiento justo, compensando así su capitulación sin resistencia.


Mucho se ha escrito sobre la rendición del último baluarte musulmán en la Península, pero no resultan muy claros los sucesos ocurridos durante las horas que trascurrieron desde la madrugada del día de Año Nuevo de 1492, en las que las tropas cristianas penetraron en el recinto granadino, hasta que se izaron sobre las almenas de la Alhambra la cruz y enseñas de conquista.

El conocimiento y la seguridad de que parte de la población musulmana no iba a rendirse sin lucha, motivó que en una de la cláusulas de las Capitulaciones de Granada se cite: “Qué el día que Sus Altezas enviaren a tomar posesión de la Alhambra, mandarán entrar su gente por la puerta de Bib-Al Azhar, o por la Bilnest, o por el campo, fuera de la ciudad, porque entrando por las calles no haya algún alboroto”.



Pero los relatos que se conocen sobre los sucesos de la efectiva entrada en la ciudad no son coincidentes. Algunos textos hablan de que el encargado de entrar en la ciudad fue Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla; sin embargo, Luís M. de Carvajal escribe lo siguiente: “Llegado el día señalado … el cardenal Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo, fue a tomar posesión de ellas (las fortalezas) acompañando de muchos caballeros y suficiente número de infantería debajo de sus banderas. Y porque conforme a las Capitulaciones, no habría de entrar por las calles de la ciudad, tomó un nuevo camino por delante de la puerta de los Molinos”.

No obstante, el texto que toma más fuerza es una carta dirigida a Alonso Valdivieso, obispo de León, escrita por un tal Cifuentes que, según narra, en la madrugada del día de Año Nuevo, pasada la medianoche, acompañó a las fuerzas de lanceros y espingarderos que mandaba Gutierre de Cárdenas, Comendador Mayor de la Orden de Santiago de León, cuyo priorato se encontraba en el convento de San Marcos (Hoy conocido Parador Nacional), que de manera cauta y silenciosa entró en la ciudad posiblemente por la puerta de Bib-Al Azhar (Puerta del Azahar), hoy inexistente, que estaba situada en la actual Cuesta del Pescado y, bordeando la Almanjarra Mayor, penetró en el recinto de la Alhambra.

Una vez franqueada la entrada y aseguradas las posiciones estratégicas en la Alzacaba, Gutierre de Cárdenas dirigió sus pasos hacia el salón del trono (actual Salón de Embajadores), en la Torre de Comares, donde dice la tradición que el último monarca nazarí entregó las llaves de la ciudad. Sin embargo, parece ser que Boabdil en aquellos momentos se encontraba ya en su palacio-fortaleza del Albaicín, y que fue su hombre de confianza Aben-Comixa, que había negociado las Capitulaciones, quién al final entregó las llaves de Granada al Comendador Mayor de León.

También se cuenta que Gutierre de Cárdenas ordenó celebrar en una sala adyacente, dentro de la propia Torre de Comares, la primera misa en la Alhambra. Al despuntar el alba, una vez asegurado militarmente todo el recinto granadino, hizo desplegar la Cruz (perteneciente al arzobispo Mendoza), el pendón de Santiago y el pendón Real sobre la Torre del Homenaje de la Alcazaba, la torre que se orienta hacia el Albaicín y los barrancos del Darro, y no sobre la conocida Torre de la Vela con su significativa espadaña, como habitualmente viene difundiéndose.

Las enseñas y tres cañonazos o disparos de mosquetes, fue la señal para que avanzaran las tropas del conde de Tendilla a quién Isabel y Fernando habían dado la tenencia de la fortaleza, que hicieron su entrada en la Alhambra a primeras horas de la mañana del 2 de enero.

La reina Isabel, desde Armilla, en la vega granadina, aproximadamente a 4 kilómetros de Granada, y Fernando, un poco más cerca, desde el arenal del Genil, al sur de la Alhambra, pudieron observar y seguir los acontecimientos de aquel lunes del mes de enero junto a sus respectivas tropas.
Boabdil abandonó la ciudad sin que la mayoría de sus habitantes lo supiesen, rindiendo un pequeño homenaje a los Reyes a las puertas de la ciudad poco antes de dirigirse a las Alpujarras, cuyo dominio se le concedió. Pero el episodio también cuenta con diferentes versiones.

Alguna de ellas señala que Boabdil salió de la ciudad a las 3 de tarde del día 2 de enero por la Puerta de los Siete Suelos, situada al sureste, vistiendo una túnica negra bajo un almaizar de púrpura y llevando sobre su cabeza un sencillo tocado blanco. Iba acompañado de un importante séquito de caballeros y descendió con su imponente caballo desde la Alhambra por las laderas del cerro sur, llamado Al-Baul, hasta encontrarse con los Reyes Católicos que le esperaban junto a una antigua y pequeña mezquita (hoy ermita de San Sebastián), cerca de la confluencia del Darro con el Genil.

Otras versiones señalan que descendió de la Alhambra a lomos de una mula por el cerro sur, cruzándose con la vanguardia del ejército cristiano. En el momento del encuentro con los Reyes, tras las frases de rigor, hizo ademán de bajarse del animal pero el rey Fernando no se lo permitió, situación que estaba pactada de antemano. En el preciso momento del encuentro, desde la Alcazaba, se dispararon tres salvas y que, como recuerdo de aquel acto, la catedral granadina hace sonar a las tres de la tarde tres campanadas.


Fuera como fuese, hay algunas cosas sobre el suceso que se deben matizar. La escena popularizada y archiconocida del cuadro realizado en 1882 por Francisco Pradilla, “La rendición de Granada”, presenta una instantánea del hecho que no se ajusta a la realidad.

La escena que refleja Pradilla, si parece situarse en su lugar, en las inmediaciones de una mezquita o morabito, ahora ermita de San Sebastián, que se situa en la margen izquierda del Genil, en el actual Paseo del Violón. Y esto se deduce de la espléndida perspectiva del cuadro, con la Alhambra en el horizonte, en lo alto, sobre el cerro denominado La Sabika, y las murallas de Granada en la parte baja.


Aunque existen dos versiones de las palabras pronunciadas en aquel momento por Boabdil, y ambas hacen referencia a la entrega de las llaves de la ciudad, el acto oficial de la entrega de llaves ya se había producido unas horas antes en la Torre de Comares al Comendador de León. Más bien debió de tratarse de un acto de homenaje o vasallaje de Boabdil hacia Fernando, porque la reina Isabel no se encontraba allí en aquel momento, sino que todavía continuaba en Armilla.
No obstante, pudo haberse producido una “segunda” entrega pactada, de la misma manera que se acordó que el rey Fernando no permitiese bajar de su montura al rey granadino, manteniendo éste parte de su estatus entre su séquito. Tras la escenificación del acto de rendición, Boabdil no emprendió el camino hacia Las Alpujarras como se viene difundiendo, sino que se dirigió a Santa Fe, donde se encontraban los rehenes musulmanes, entre ellos su hijo.

Días más tarde, partió hacia su último retiro en Las Alpujarras. Al pasar por un alto cercano a Granada se volvió hacia su antigua ciudad y, cuentan, que suspiró y rompió a llorar a la vista de la Alhambra, siendo famoso el intercambio de emociones con su madre donde surge las frases tan conocidas. El lugar, la pequeña colina, se denomina desde entonces “El suspiro del moro”.

Después de la caída de Granada, Gutierre de Cárdenas, protagonista de la entrada en Granada y la Alhambra, acrecentará su influencia y poder. Disfrutará de la confianza de los Reyes que le encomendarán importantes cuestiones de política interior y exterior: apoyo para la elección de Cisneros como cardenal-arzobispo de Toledo, nombramiento para el Consejo Real, e intervendrá en las trascendentales negociaciones del Tratado de Tordesillas.

Todo un personaje del siglo XV-XVI prácticamente desconocido, que forma parte de aquella nueva sociedad en construcción que estaba dando los primeros pasos para el dominio y la conquista de medio mundo, y que descansa junto a su esposa, Teresa Enríquez, en la Colegiata de Torrijos (Toledo).


La Alhambra. Patronato de la Alhambra y el Generalife.
Cruz de Santiago sobre venera y león. Fachada de San Marcos de León.
Caballero de Santiago.
Salida de la Alhambra de la familia real nazarí. Manuel Gómez Moreno.
San Marcos de León. Página "Diario Valderrueda".
Torre de Comares (primer término Peinador de la Reina). David Roberts.
Alcazaba: Torre del Homenaje a la izq.; centro Torre Quebrada. Patronato A. y G.
Rendición de Granada. Francisco Pradilla.
La despedida del rey Boabdil de Granada. Alfred Dehodencp.
El lamento del moro. Francisco Pradilla.

El suspiro del Moro (detalle). Marcelino de Unceta.
Pendón de los Reyes Católicos.
Sepulcro de Gutierre de Cárdenas y su esposa Teresa Enríquez. Colegiata de Torrijos (Toledo).




"31 de enero, DÍA DE LOS TERCIOS": Castelnuovo

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El 31 de enero del año 1578 tuvo lugar la batalla de Gembloux, población ubicada en el centro de la actual Bélgica y en la que los tercios españoles aniquilaron al ejército reclutado por los Estados Generales de los Países Bajos. 

Esta victoria histórica de los Tercios  sirvió para que hace unos pocos años algunos historiadores, seguidores y amantes de la historia militar española establecieran el día 31 de enero de todos los años, como el día dedicado a los Tercios, la infantería española que durante dos siglos representaron victoriosamente con sus armas a la sociedad española por medio mundo. Es conocida la frase del filósofo e historiador francés Hipólito Taine:

"Hay un momento superior en la especie humana: la España desde 1500 a 1700"

Estos son los dos siglos donde los Tercios españoles impusieron su presencia e influencia en todo el mundo. 


En otras entradas hemos comentado la historia de los Tercios y algunas de sus hazañas, como la batalla Nördinglen. Pero hoy, 31 de enero de 2021, como pequeño homenaje recordaremos someramente otra de sus múltiples gestas protagonizada por uno de los viejos Tercios que, a pesar de haber sido derrotado y aniquilado, ha escrito una de las páginas más heroicas en la desconocida, olvidada y denostada historia militar de España. Hablaremos del Tercio de Sarmiento y el sitio de Castelnuovo. 

Alrededor del año 1529 se jugaba en Europa algo más que la hegemonía cristiana. Nada más ni nada menos estaban en jaque los ancestrales valores occidentales, en una palabra, estaba en juego la propia identidad europea y su supervivencia. 

A comienzos del s. XVI las tropas turcas avanzaban por la península de los Balcanes hacia el norte a sangre y fuego y sin apenas resistencia, haciendo a todos sus pobladores, se rindieran o no, esclavos del poder turco, que no tenía visos de detenerse hasta alcanzar su objetivo: Viena, el corazón de Europa. 

El sultán del Imperio Otomano Solimán el Magnífico llega a las puertas de Viena en 1529. Cerca la ciudad y la sitia con un ejército de más de 120.000 exaltados y fanáticos otomanos, entre los que destacan las tropas de élite del sultán: los jenízaros. 


La única ayuda exterior que recibieron los 20.000 defensores austriacos la envió el Emperador Carlos I. Se componía de 1500 mercenarios alemanes que llegaron cuando ya los 700 arcabuceros españoles que se encontraban en la ciudad y que, como extraordinarios soldados de élite que se apoyaban en los últimos avances de la tecnología militar, ya habían montado importantes defensas de refuerzo, creado fosos, trampas y empalizadas. 

La ofensiva turca sobre la ciudad fue un fracaso. El constante fuego artillero y los continuos asaltos de las tropas otomanas resultaron una auténtica carnicería que dejaron en el campo de batalla más de 20.000 muertos, obligando al final del mismo año a la retirada de Solimán dejando para un futuro, no muy lejano, un nuevo ataque a la bella ciudad del Danubio, puerta de entrada en Europa. 


El empuje turco motivó la unión de Venecia y el resto de repúblicas italianas, para solicitar del papado la organización de una Liga Católica a la que se sumó y encabezó España. Pocos años después, en 1535, el sureste de Italia fue invadido por una gran flota turca. Suponía la supremacía mediterránea entre el mar Jónico y el Adriático. Carlos I trató de proteger ese flanco y a pesar de sufrir la trágica derrota naval de Préveza, conquistó una importantísima plaza fuerte con potentes defensas en las costas de Dalmacia (actual Montenegro): Castelnuovo, en el Golfo de Cataro.



La conquista de la fortaleza por parte de los españoles el día 23 de octubre de 1538, significó el fin de la Liga Católica y la deserción de Venecia del tratado, además de conceder el dominio del mar a los turcos. La plaza quedó aislada pero defendida por 4.000 hombres, la mayoría perteneciente al veterano Tercio Viejo de Lombardía, a los que había que añadir algunos soldados griegos y muy escasa caballería y artillería. Toda la fuerza quedó bajo el mando del Maestre de Campo Francisco Sarmiento de Mendoza, general experimentado con capacidad indiscutible y valentía demostrada contra berberiscos y turcos. La escasez del numero de efectivos españoles se compensada, de alguna manera, con la impecable organización que contaban los españoles, además de ser la infantería mejor equipada, eficiente y espléndidamente adiestrada en aquel momento de toda Europa. 

El Imperio Otomano consideraba Castelnuovo (actual Herceg Novi) un punto estratégico para su expansión por el Mediterráneo y centro Europa, por lo que el 12 de junio de 1539 llegaron las primeras naves turcas a las aguas del golfo de Cataro comandadas por los corsarios Dragut y Zefut. 

Unos días más tarde, a mediados de julio, sobre el día 18, hace su aparición una gran flota de 200 galeras con más de 20.000 otomanos, incluidos 4.000 jenízaros, bajo el mando del almirante turco Jayr al Din Barbarroja, señor de Argel. Asimismo, Ulamen, gobernador turco de Bosnia, completa el cerco terrestre a Castelnuovo con unos 30.000 hombres.

El día 23 de julio y antes de empezar el castigo artillero y los asaltos a la fortaleza, Barbarroja hace una oferta a los españoles prometiéndoles, tras la rendición, paso libre hacia Italia. Sabedor de que tal oferta no solamente le correspondía aceptarla o rechazarla a él, el Maestre de Campo Francisco Sarmiento consultó con todos sus capitanes y resolvieron que preferían morir en servicio de Dios y de Su Majestad, y que "... viniesen cuando quisiesen...".

Ambos bandos se prepararon para el enfrentamiento, construyendo todo tipo de defensas. Los turcos emplazaron su potente artillería mientras los componentes del Tercio realizaron continuas salidas para destruir defensas, trincheras y las importantes plataformas donde se contemplaba instalar la artillería otomana. En estas continuas incursiones en el campamento enemigo quedaron siempre un buen número de bajas turcas. 

Dragut, uno de los almirantes otomanos, junto con Barbarroja se pusieron de acuerdo para bombardear a placer día y noche desde el mar y tierra las murallas de la fortaleza. Los sitiados soportaron cerca de diez mil impactos de gran calibre, entre los que destacaban tres grandes cañones con una boca de medio metro de diámetro.. 


Toda esta artillería colocada escalonadamente, empezó a golpear incesantemente las murallas de Castelnuovo haciendo gran destrozo en los lienzos y las defensas españolas. Sin embargo, continuaron las feroces salidas nocturnas españolas que causaban terror entre los turcos y hasta en los jenízaros, llegando en alguna ocasión empujarlos hasta el mar. En una de esas temibles salidas de los integrantes del Tercio, los turcos dejaron en el campo de batalla 4.000 hombres por 100 componente del Tercio, y hasta el propio Barbarroja tuvo que refugiarse en una de sus galeras.

Los continuos asaltos, los enfrentamientos directos, los bombardeos y hasta la explosión de minas bajo el suelo de los atacantes continuaron sin cesar, siendo cada día más eficaz el avance y la presión turca sobre los cada vez más escasos integrantes del Tercio. 

Barbarroja el día 5 de agosto envió a todas sus tropas a tomar definitivamente la ciudad en un ataque masivo. Ese día finalizó con la caída de la última torre de la muralla que todavía seguía en pie, sin embargo, para desgracia turca, los españoles seguían sin rendirse. 

Al día siguiente hubo una fuerte tormenta y la lluvia inhabilitó la pólvora de cañones y mosquetes, por lo que ese día se combatió cuerpo a cuerpo, con la espada y la pica, siendo los españoles los mayores expertos y efectivos en ese tipo de combate. Cuentan, que la sangre convertía el suelo en un barrizal, que los miles cadáveres se amontonaban teniendo que avanzar o retroceder sobre los cuerpos y que el hedor a muerte y descomposición se hacía insoportable. 


El día 7 de agosto aún resistían 600 integrantes del Tercio, todavía a las órdenes de Don Francisco Sarmiento que, aunque herido, continuaba arengando a sus hombres. Ya sin la protección de las murallas que se encontraban completamente arrasadas, ordenó la retirada a un pequeño baluarte denominado Castillo Mare donde se encontraba refugiada la población civil. 

Pero ese mismo día, miles de otomanos cayeron sobre ellos y se ultimó la masacre del Tercio. Para rematar la tragedia de aquel tremendo combate, la mitad de los españoles desarmados y capturados serían ejecutados sumariamente, mientras la otra mitad fueron vendidos en el mercado de esclavos de Estambul. Las construcciones defensivas fueron completamente demolidas para que el hecho fuera olvidado y ocultar que, para acabar y derrotar al Tercio Viejo de Sarmiento, fueron necesarios mas de 35.000 turcos, siendo más de 10.000 los que quedaron sobre el terreno. 


Así todo, la resistencia del Tercio español que defendió Castelnuovo, el llamado Tercio Viejo de Sarmiento, causó un enorme impacto en todo el occidente, además de admiración por las enormes bajas que causó al ejército turco.

En el año 1545, Hasan, el hijo de Barbarroja, recibió el nombramiento de rey de Argel. Preparó una gran flota como escolta para alcanzar la ciudad africana. En una de aquellas galeras servían como galeotes 25 españoles supervivientes del suceso de Castelnuovo. Una noche esos 25 héroes dieron un golpe de mano, ejecutaron a toda la tripulación de la galera y pusieron rumbo a Sicilia, a la que llegaron después de un mes. El espíritu de sacrificio y lucha de los hombres de Castelnuovo seguía vivo años después.

Los supervivientes, a los que la gente ya no recordaba, fueron los que de boca en boca contaron lo sucedido en aquellos veintidós días que duró el asedio. Dejaron constancia de su  resistencia, de los miles de muertos causados al enemigo y, sobre todo, de la actuación gloriosa del Tercio Viejo de Sarmiento que derramó su sangre en defensa de su honor, de su rey y de España.

Unos años más tarde, el libro de autor anónimo "Viaje a Turquía", pone en boca de uno de sus protagonistas, Pedro de Urdemalas, el testimonio que escuchó entre los mismos turcos sobre el sitio de Castelnuovo: "... después que en el mundo hay guerras, nunca hubo más valerosa gente ni que con más animo peleasen hasta la muerte que tres mil y quinientos soldados que allí se perdieron". 
 


- Piqueros de los Tercios.
- Anagrama del Día de los Tercios.
- Asedio turco a Viena.
- Solimán el Magnífico.
- Batalla naval de Préveza.
- Castelnuovo.
- Situación de Castelnuovo.
- Barbarroja.
- Los Tercios en combate. Fotografía: @jordi_bru_fotografo
- Artillería turca. Gran bombarda.
- Los Tercios en combate. Fotografía: @jordi_bru_fotografo
- Asedio a Castelnuovo
- Capitán de lo Tercios. Ferrer Dalmau.
- Los Tercios.








Crucificados

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Hace unos años, la cadena BBC logró irritar a los cristianos ingleses más tradicionalistas, al alterar la representación clásica de la crucifixión de Cristo en una serie televisiva que actualmente se puede ver en la plataforma HBO. En esta serie (“La Pasión”), se ofrecía la imagen de Jesucristo crucificado con los brazos en alto y clavados en la cruz por el antebrazo (no las manos o las muñecas). Las piernas muy flexionadas, con los pies clavados individualmente en una ménsula, que se sitúa mucho más alta de lo que es acostumbrado en las representaciones.

Ante las acusaciones de medios próximos a la ortodoxia cristiana de “reinventar” la narración bíblica tratando de engañar a los creyentes, los responsables de la serie alegaron que se tomó como referencia el descubrimiento en 1968 de los restos de un joven crucificado en las cercanías de Jerusalén. Es el único hal
lazgo arqueológico de este tipo, y presenta la misma posición de crucifixión que se reproduce en la serie, fundamentado además, que los romanos crucificaban a los condenados de distintas formas y esta manera era una de las más extendidas y eficaces.

Según esto, y en contra de las múltiples representaciones pictóricas a través e los siglos, la cruz no sería muy alta, los pies del reo se encontrarían a tan solo a medio metro del suelo,  principalmente debido a que la cruz se colocaba en su posición vertical con el condenado ya inmovilizado sobre ella. Los verdugos que se encargaban de levantar la cruz lo harían por medio de cuerdas, con su propia fuerza, resultando muy complicado elevar una cruz de gran altura.

La crucifixión es una práctica de tortura y ejecución muy antigua. Fue utilizada por numerosas civilizaciones: asirios, fenicios, persas, griegos, macedonios, cartagineses, romanos y hasta los japoneses de la era Mejii (segunda mitad del XIX). Por encima de todo, fue un castigo destinado a la humillación pública, exponiendo al reo a una dolorosísima tortura a la vista de todos.

Es probable que fueran los asirios los que iniciaron esta tortura y de allí pasó a los persas. En el s. IV aC., Alejandro Magno lo aplicó en su invasión hacia el este y se cree que ejecutó de esta manera a más de 2000 supervivientes de la ciudad fenicia de Tiro, es más, se asegura que mandó crucificar al médico que no logró curar a su amigo Hefestión, como también a su historiador y biógrafo oficial Calístenes, por no estar de acuerdo en que Alejandro adoptara costumbres persas.

Fenicios, griegos, macedonios y cartagineses, como ya hemos dicho, la aplicaron asiduamente, sin embargo, la crucifixión estaba prohibida en la ley antigua judía. Pero sin duda, fue Roma quien difundió por todo el Mediterráneo este tipo de tortura.

Conocemos importantes y cruentos episodios de Roma. Célebre fue la condena del cónsul Marco Licino Craso, cuando hizo crucificar a lo largo de la Vía Apia a más de 6000 de los esclavos de Espartaco, suceso que, al parecer, duró varias semanas. Flavio Josefo relata como Tito crucificó a centenares de rebeldes judíos en las paredes y murallas de Jerusalén, ante la falta de madera en el lugar.


La muerte del crucificado solía producirse por asfixia, hambre, insolación, etc. Pero la intención era que el condenado muriera debido a la fiebre y a la sed, por lo que podría tardar de 2 a 6 días en morir por deshidratación, siempre y cuando no le fuera suministrada agua en pequeñas cantidades para alargar el sufrimiento, o con anterioridad sufriera un castigo previo (como la flagelación), que pudiera acelerar el desenlace. Todas las fuentes antiguas hablan de que el suplicio podía durar días, a menos que el condenado fuera rematado de forma más o menos cruenta.

Los romanos despreciaban esta humillante tortura que era destinada únicamente a los peores criminales. Un condenado que pudiese mostrar el “civis romanus sum”, la prueba de ser ciudadano romano, podía optar por el “privilegio” de la decapitación, evitando la agonía de la crucifixión. De no poder demostrar su ciudadanía, al condenado se le ataba y cargaba con el tronco llamado “patibulum”, de aproximadamente 2 metros y 40 kg., hasta el lugar de ejecución. No se cortaban ni lijaban los maderos, ya que era una herramienta de muerte considerada maldita, siendo, la mayoría de las veces, quemada tras la ejecución debido a la superstición popular.

Una vez en el lugar, el patibulum se fijaba al stipes (parte vertical). El reo era desnudado, clavado y seguidamente izado. Los dos troncos podían adoptar la forma de cruz latina clásica (“crux immissa”). En ocasiones se utilizaba solo una estaca vertical, denominada en latín “crux simplex” o “palus”, resultando la manera más sencilla de tortura, o dos maderos unidos en la parte superior formando una T, era la “crux commissa”.

El cuerpo humano en esta situación sufre de asfixia gradual, ya que para poder inspirar el crucificado debe alzarse a pulso sobre los clavos que sujetan sus brazos, y tras poder coger un poco aire, vuelve a caer suspendido de los brazos, de esta manera, muere asfixiado en poco tiempo. En algún momento de la ejecución, podían romperse las piernas del condenado con el fin de acelerar la asfixia, pues así la víctima quedaba sin sustento para poder levantarse y seguir respirando.

Para alargar la tortura, normalmente se instalaba un soporte (“aculeus”) en el "stipes" para apoyar los pies o la cadera, la muerte así llega mucho más tarde y, como ya cometamos, podría durar días. 
Se practicó también la modalidad de crucifixión invertida y , para añadir más sufrimiento, se hacían pequeñas hogueras a los pies.

Curiosamente, no resultaba extraño que se adornasen las cruces y los cuerpos de los condenados con guirnaldas de flores, hiedra u hojas. Es difícil imaginar una explicación para ello. Puede que se tratase de un sacrifico especial dedicado a alguna deidad, a solicitud del condenado o, quizá, para camuflar el hedor que deberían desprender aquellos cuerpos.


En la iglesia de San Vicente de Ávila se reproduce una extraña y desconocida forma de crucifixión. Es un bajorrelieve que representa el martirio de los hermanos Vicente, Sabina y Cristeta, ocurrido bajo el dominio de Diocleciano en el año 304 dC., en el mismo lugar en el que se erige el templo. Es un tipo de crucifixión en cruz aspada (ecúleo) cuyos brazos son móviles. Se clava a los condenados al revés, de cara al madero, se fija la cabeza del ajusticiado a una horca y se empujan hacia arriba las aspas de la cruz. La muerte se produce por la rotura lenta del esqueleto, una tortura horrible.

Aunque parezca que la crucifixión es asunto del pasado no es así. Hace aproximadamente un siglo, Turquía cometió tremendas atrocidades contra la población cristiana de Armenia, crucificando a un grupo importante de mujeres por no querer abrazar el Islam. Asimismo, hace un par de décadas se conoce la crucifixión de varios sacerdotes cristianos en Sudán, en donde todavía se contempla esta pena en la Sharia islámica; también se impone como castigo en Yemen.

Como hemos visto, la crucifixión ofrece multitud de variantes de acuerdo con la costumbre o el pueblo que la practique. Influye poderosamente el lugar, los medios de que se dispone y el talante de los verdugos.

Sobre la forma y método empleado en la crucifixión de Cristo, no existe nada claro. Pudo ser crucificado en la tradicional cruz latina, pero también en un simple palo vertical. Podría haber sido atado al madero y clavado por las manos, muñecas o antebrazos. Los pies clavados o simplemente atados a la cruz; pudieron usarse dos clavos, uno para cada pie, clavados por delante o lateralmente al stipes. Pero también pudo ser solo uno que taladrara los dos pies, uno encima del otro, o ladeados y clavados por el tobillo, como se hizo con el condenado del que se encontraron sus restos cerca de Jerusalén.

Sea como fuere, lo que debió ocurrir realmente en nada debe parecerse a la mayoría de las representaciones de Cristo crucificado, que muestran, dentro de lo que cabe, una imagen bastante templada. El panorama real debió de ser bien distinto: un cuerpo desnudo, completamente lacerado y ensangrentado, no con corona, sino con un casquete de espinos en la cabeza. La cruz estaría formada por dos bastos maderos, posiblemente en forma de "tau" y de baja altura, no más de 2 metros de alto. Los clavos de los brazos situados entre la muñeca y el antebrazo, el cuerpo muy flexionado, casi en cuclillas, y los dos pies ladeados clavados por los tobillos o individualmente a cada lado del madero. Una imagen terrible alejada del convencionalismo al que estamos acostumbrados.


"Semana Santa". Película de Andrzej Wajda. 
- Crucifixión, según la serie de la BBC.
- Japón. Crucificado era Mejii, siglo XIX.
- Crucificados por Craso en la Vía Apia, tras la rebelión de Espartaco.
- Crucificado.
-"La Crucifixión". Nikolai Ge.- Fotograma de "La Pasión de Cristo". Mel Gibson. 
- Crucifixión.
- Cristo de Balderas. León.
- Cristo de Balderas por las calles de León, mediados del siglo XX.





    

LEÓN: Día Mundial del Medio Ambiente

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Hoy día 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente 2021, ocasión ideal para sensibilizar a la población sobre temas ambientales y fortalecer la salud de nuestros ecosistemas. Una buena forma de conmemorar este día es contribuir al cuidado de nuestra naturaleza y luchar contra el cambio climático y lograr un futuro más sostenible.

Si hoy celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente es gracias a la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el año 1972, momento que coincide con con la primera cumbre mundial sobre medio ambiente: la Conferencia de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano, cuya finalidad era aumentar la conciencia medioambiental y fomentar la acción global en la protección del medio ambiente.

Este año el país protagonista será Pakistán, ya que planea un gran proyecto para salvar el medioambiente: plantar 10.000 millones de árboles en un plazo de 5 años, uno de los esfuerzos más ambiciosos de forestación realizado hasta la fecha.

Hoy merece recordar una entrada realizada hace ya algunos años, en la que se recorría ambientalmente la provincia de León que, aunque no lo parezca por la escasa publicidad a la que estamos acostumbrados, está a la cabeza en nuestro país y en el mundo de espacios naturales y Reservas de la Biosfera y que a continuación reproducimos.

"España se ha convertido en el país con más Reservas de la Biosfera del mundo por delante de Estados Unidos, una vez realizada la última actualización de la UNESCO (Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura), Organismo responsable de este sistema de espacios naturales protegidos. Con un total de 48 espacios protegidos la superficie de la Red Española de Reservas de la Biosfera (RERB) supone casi el 11% de la superficie total de España, en la que residen cerca de dos millones de habitantes.


logoMAB

Las denominadas Reservas de la Biosfera son territorios designados por la UNESCO en el contexto del Programa MAB (Hombre y Biosfera), que tiene como objetivo tratar de armonizar la conservación del medio y sus recursos naturales con el bienestar de la población que lo ocupa. Estas áreas protegidas deben cumplir las funciones de conservación, desarrollo, ayuda y apoyo logístico, como son: conservación del ecosistema, paisajes y especies; el fomento de un desarrollo económico y humano sostenible teniendo en cuenta el hábito sociocultural y ecológico. Asimismo, deberá facilitarse apoyo a proyectos de educación e investigación sobre conservación y desarrollo sostenible.

RERB

Con un total de 48 espacios protegidos, España es actualmente líder mundial en Reservas de la Biosfera. De todas estas, 7 de ellas corresponden a la provincia de León, haciendo de los 15.000 kilómetros cuadrados de la provincia leonesa el espacio con mayor concentración de Reservas de la Biosfera de España y del mundo: PICOS DE EUROPA, VALLE DE LACIANA, BABIA, VALLES DE OMAÑA Y LUNA, ALTO BERNESGA, LOS ARGÜELLOS Y ANCARES LEONESES.

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PICOS DE EUROPA. Es Reserva de la Biosfera desde 2003. En Picos de Europa se concentran las figuras de protección más importantes de España: Parque Nacional, Reserva de la Biosfera y Parque Regional. Forman un verdadero tesoro natural y, posiblemente, la más fantástica agrupación de montañas calizas de toda Europa.

Casi el 40% del Parque Nacional y de la Reserva de la Biosfera pertenecen a la provincia de León, formada por dos valles principales Valdeón y Sajambre. En Picos viven el 90% de las especies de los mamíferos terrestres del país y un importante porcentaje de anfibios, reptiles y aves.

Es el dominio del bosque cantábrico mixto con múltiples especies, como el serval, arce, abedul, castaño, tilo, fresno, etc. Pero sobre todo destacan los extensos bosques de roble y haya que se extienden en la umbría de la Cordillera, al pie de los macizos.


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VALLE DE LACIANA. También seleccionada como Reserva de la Biosfera desde el año 2003. Este Valle leonés se encuentra rodeado por un circo de cumbres que rondan los 2000 m. de altitud, en donde predominan los pastizales de alta montaña y numerosas especies arbóreas, entre las que sobresalen el manzano, fresno, roble y haya. Es una zona de vital importancia para la conservación del urogallo, la liebre piornal y, sobre todo, el oso pardo.

Esta Reserva de la Biosfera resulta única por su modelo tradicional en la gestión de los pastos y en el uso y conservación de razas locales de ganado bovino y vacuno. Asimismo, destacar su particular arquitectura, influenciada por la actividad ganadera y la existencia de edificaciones ancestrales para almacenar grano: el hórreo. Esta construcción, que tan conocida es en Galicia y Asturias, pasa completamente desapercibida en la montaña leonesa.

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BABIA. Esta comarca es declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco en el año 2004 por su importante flora y fauna. De tradición pastoril, su señal de identidad es la trashumancia. En sus puertos de montaña durante el verano se pueden ver vacas, caballos de raza hispano-bretona, cabras pirenaicas, ovejas merinas y las, casi desaparecidas, ovejas casinas. Por las alturas se deja ver el oso pardo y en sus ríos reside una rica variedad de especies que convierte a esta zona en un auténtico paraíso para los pescadores.

La flora de Babia es muy semejante a la que existe en las otras Reservas leonesas. Destacan dos especies exclusivas de las praderías de este territorio: la centaurea babiana y la rompepiedras babiana.

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VALLES DE OMAÑA Y LUNA. Declarada en 2005, es la Reserva de la Biosfera más extensa de León. Forma frontera entre la zona atlántica y la zona mediterránea, lo que supone una gran riqueza cultural y natural al encontrarse en medio de estas dos zonas climáticas.

Su paisaje es el resultado de un sistema agropecuario formado en la Edad Media que se mantuvo hasta mediados del s. XX. Este sistema suponía que cada población contaba con tierras propias de cultivo, además de abundantes pastizales para el ganado y grandes masas forestales para el autoabastecimiento de madera. Estos bosques son los elementos principales que definen y hacen singular esta Reserva, con importantes bosques caducifolios de abedulares y robles melojos, únicos en España. Una auténtica joya del cuaternario es el Sabinar de Mirantes, formado por ejemplares que han enraizado sin problemas en las laderas calizas.

La fauna es, asimismo, importante. En estos valles se encuentra fácilmente la liebre de piornal, la perdiz pardilla o el curioso desmán de los Pirineos. Pero también marca la frontera septentrional de algunas especies en peligro de extinción, como el urogallo y el oso pardo.

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ALTO BERNESGA.  Esta Reservada de la Biosfera es una de las regiones de Europa más interesantes desde el punto de vista geológico, geomorfológico y botánico. Declarada en el 2005, esta Reserva es tierra de transición entre el clima atlántico y mediterráneo, entre el bosque mediterráneo y el caducifolio. Es el río Bernesga y sus importantes afluentes, quienes se disponen por los valles y abonan con sus aguas las grandes extensiones de robles, encinas, abedules y hayas, donde no faltan tampoco las sabinas.

Esta abundante cubierta vegetal proporciona seguridad a especies como el urogallo, el oso y el lobo, y en sus aguas no es difícil encontrar al desmán de los Pirineos y nutrias, que en sus recorridos llegan a veces muy cerca de la capital. En este territorio es importante también la ganadería y el pastoreo de altuira, dando lugar a la existencia de brañas con sus típicas cabañas.

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LOS ARGÜELLOS. También data del 2005 la declaración de Reserva de la Biosfera a este territorio leonés, que se concentra en los valles del nacimiento del Bernesga, Torío y Curueño.

En la declaración de la UNESCO se argumenta que los Argüellos en un ejemplo de ecosistema de montaña cantábrico, en el que los escasos recursos han sido aprovechados por la población desde hace siglos, configurando un paisaje singular de gran valor estético con elementos de interés científico. En esto han contribuido los procesos kársticos de la zona, que han formado espectaculares cuevas y desfiladeros: Llamazares, Barredo, Valporquero, Vegacervera y Valdeteja. Esto no es impedimento para que existan en la zona bellos hayedos, así como bosques de robles melojos y enebros.
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ANCARES LEONESES.  Se encuentra al noroeste de la provincia y es la última Reserva leonesa declarada en el año 2006. Los Ancares son un cúmulo de diversidad biológica efecto de la confluencia al sur del clima mediterráneo cálido y seco, con las brumas y lluvias cantábricas del norte. Este choque de climas, supone que acebos, robles y abedules coexistan con alcornoques y madroños y castaños.

También el oso se deja ver en los Ancares, junto con grandes rapaces y más de doscientas especies de vertebrados. Es un territorio de gran riqueza botánica, faunísta y cultural, que sus habitantes han conservado extraordinariamente. Las actividades tradicionales como la ganadería o la arquitectura tradicional (pallozas), hacen del paisaje de los Ancares leoneses, un espacio único y de gran valor.

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A estas 7 Reservas de la Biosfera hay que añadir que la provincia de León cuenta con 17 zonas ZEC (Zonas Especiales de Conservación), territorios con especies de animales o vegetales representativos de un determinado ecosistema, y 14 zonas ZEPA (Zona Especial Protección Aves), ambos programas pertenecientes al programa Natura 2000 de la Unión Europea (red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad), cuya finalidad es asegurar la supervivencia a largo plazo de las especies y sus tipos de hábitat, siendo los principales imagesinstrumentos para la conservación de la naturaleza que establecen las directivas de la Unión Europea.

Todos estos datos hacen de León un verdadero “Paraíso Natural" a nivel mundial, que resulta prácticamente desconocido para los leoneses y para el resto de España. Son muchas las comunidades, regiones o provincias que tratan de mostrar y publicitar sus cualidades paisajísticas y naturales inigualables: Galicia, Cantabria, Valencia, Asturias, … Ésta última usa precisamente el eslogan de: “Paraíso Natural”, y se atribuye y arroga, igual que Cantabria, el protagonismo del Parque Natural de Picos de Europa, mientras que la provincia de León es la posee más superficie, prácticamente el 40%, dato apenas conocido ni divulgado.

Como podemos comprobar, la incompetencia e ineptitud de nuestros representantes es absoluta en la promoción y desarrollo de nuestro patrimonio natural (no hablemos del cultural y artístico, que es un auténtico desastre). A esto hay que añadir la inapreciable “ayuda” que presta la Junta de Castilla y León promocionando actualmente los “espacios naturales” de Castilla y León, sin reseñar ni mencionar que León, una de sus provincias, posee la mayor concentración de Reservas de la Biosfera de España y del mundo. Todo un despropósito. Así nos va".


León: días de amapolas

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Señora del clima meseteño y ajena al tiempo cálido o húmedo, considerada como mala hierba en los campos de cereales, en cuanto comienza la primavera la amapola cubre con su color rojo carmesí los barbechos, las praderas, los bancales y hasta las cunetas.



Salvaje y a la vez delicada, ya que rápidamente se marchita, es principalmente en este mes de junio cuando explosiona en nuestra latitud, deslumbrando y fascinando cuando se distingue en la lejanía las mareantes extensiones escarlata que forman grandes oleadas y surcos en el paisaje.


Son muchos los lugares en España, principalmente en la mitad norte, donde son conocidos y visitables algunos campos de amapolas cuando comienza la primavera, pero hoy queremos dejar evidencia de un mágico barbecho en la margen derecha del Torío, prácticamente al lado de León, en el que el  reinará, por unos días, la amapola.








La Puerta del Infierno o el solsticio de verano

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Solsticio viene a significar “parada del Sol”. Y es así. En el hemisferio norte durante dos o tres días nuestra estrella parece que se detiene en la bóveda celeste, antes de que la Tierra invierta el sentido de su giro para alejarse del astro. Entre el 21 y 24 de junio el Sol muestra su máximo esplendor, son los días en los que el reinado de las tinieblas es más corto. 

No resulta difícil comprender el fuerte simbolismo del solsticio de verano en un mundo en el que la supervivencia se ajustaba a los ciclos que marcaba la naturaleza. Era el momento intermedio entre la siembra y la recolección y su celebración es tan antigua como la misma humanidad. Para el hombre la continuidad del Sol era la garantía del crecimiento de las cosechas, la persistencia del ganado y de su propio bienestar; por esta razón se encendían hogueras y se realizaban todo tipo de ritos de fuego con el fin de ayudar al Sol a renovar su energía.



Como todas las fiestas y tradiciones paganas, la fiesta del solsticio se sacralizó por los cristianos conmemorando el nacimiento de Juan el Bautista. El Evangelio de Lucas (1,38) cita que, los días siguientes a la Anunciación, María fue a visitar a su prima Isabel cuando ésta se encontraba en el sexto mes de embarazo. De esta manera, no fue difícil fijar la solemnidad de Juan el Bautista que serán seis meses antes del nacimiento de Cristo el 24 de diciembre, concretamente el 24 de junio.

Curiosamente las fiestas de los santos siempre se celebran el día de su muerte, pero en el caso del Bautista se hace una excepción y se conmemora el día de su nacimiento. San Juan Bautista es considerado por la Iglesia el “príncipe” del santoral cristiano, al ser ya santificado en el vientre de su madre. Es el “precursor”, el elegido para anunciar la proximidad del Redentor, el denominado sol de soles. Como señaló el propio San Juan, “Es preciso que Él crezca y yo mengüe”, y concretamente es lo que ocurre en el solsticio de verano, el Sol comienza a perder lentamente su fuerza.



Entre los antiguos griegos a los solsticios se les llamaba “Puertas”. El solsticio de invierno era la denominada “Puerta de los dioses”, mientras que el solsticio de verano, el 21 de junio, era la “Puerta de los hombres”, también llamada la “Puerta del Infierno”. Los dos solsticios, verano e invierno,  son las puertas, el umbral, el paso hacia el inicio y el final, las puertas que daban paso a los cambios importantes y trascendentes en la Naturaleza.

Los romanos contaban entre su numeroso panteón con la figura de Jano, dios de los solsticios, el dios de las “puertas”, (en latín “janua” = la puerta), el dios de los inicios y los finales, de los misterios, de la iniciación, pero además el guía y mentor de los constructores. Se le representa normalmente con dos rostros, dos caras, ahí su denominación de Jano bifronte, las dos caras unidas aunque opuestas entre sí y coronadas por la luna creciente.

La mitología cuenta que Saturno al ser destronado por su propio hijo Júpiter, se cobijó junto al dios Jano y en reconocimiento le confirió la facultad de ver el pasado y el futuro simultáneamente para poder obrar con sabiduría en el presente. Es el prototipo del hombre iniciado, dotado de plena conciencia, iluminado. Jano es el maestro, el señor del conocimiento y el que facilita el acceso a los iniciados para llegar a los misterios.


El culto a Jano se trasmitió a los constructores y canteros medievales, y de esta manera, pasó a la construcción e iconografía cristiana bajo el culto de los “dos San Juan”: el Bautista, cuya festividad se produce en el solsticio de verano (el 24 de junio), y el Evangelista en la celebración del solsticio de invierno (el 27 de diciembre), siendo representados casi siempre con aspecto atractivo y juvenil, y, en cierto modo, como personajes con fisonomía andrógina.



De esta manera, los dos Juanes sustituyen al pagano Jano, partiendo las dos fases del ciclo anual. El Bautista “abriendo” la puerta del solsticio de verano, y el Evangelista “abriendo” la puerta del solsticio de invierno.

Así todo, en la noche de San Juan, en el solsticio de verano, como escribe el historiador de las religiones el rumano Mircea Eliade, sucede algo especial, distinto. Todo el que ha saltado sobre las llamas y danzado en torno al fuego, el que ha enlazado su mano con un desconocido o con la persona amada, sabe y conoce del poder de esa noche mágica.



- Stonehenge
- San Juan Bautista de Leonardo da Vinci
- Jano Bifronte. Museos Vaticanos.
- Catedral de Chartres. Los dos Juanes.
- San Juan Evangelista. Rubens
- San Juan Bautista. Caravaggio
 



Santiago y cierra España !!!

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Tenía que pasar. El Cabildo de la catedral de Santiago ha decido retirar la imagen de Santiago Matamoros que preside la capilla del mismo nombre en la catedral desde el siglo XVIII. Para «evitar susceptibilidades» y no «herir sensibilidades de otras etnias», dice meloso el Cabildo en un comunicado. De esta forma, las autoridades catedralicias ponen fin a siglos de provocación intolerable, iniciando un fructífero periodo de diálogo y consenso con el mundo islámico, tan desatendido durante los gobiernos de José María Aznar.

La medida, que ha hecho pública José Fernández Lago, portavoz del Cabildo, se enmarca en las directrices que predicara incansablemente el presidente Rodríguez desde su púlpito en la Moncloa para la construcción de una democracia ejemplar basada en la humildad y un ansia infinita de paz, rebosante de amor al prójimo y la prójima. Así que para no ofender al mundo islámico -explicó Fernández-, la figura de Santiago Matamoros será sustituida por otra de Santiago Peregrino. Cosas del talante.

Es comprensible el cambio tranquilo de santo que propone el Cabildo. La imagen histórica de un Santiago caballero, combatiendo fieramente en el bando cristiano junto a Ramiro I contra los sarracenos de Abdel-Rahman II en la batalla de Clavijo (año 844) es muy inapropiada. Ver al santo a lomos de su caballo blanco, blandiendo su espada victoriosa sobre las cabezas aterrorizadas de mahometanos con turbante, es muy ofensiva para el Islam y, desde luego, políticamente muy incorrecta. Los canónigos han pensado, con razón, que esto puede irritar al mundo árabe. Y luego pasa lo que pasa, 11-emes y tal. Por eso van a sustituir la imagen del Apóstol guerrero por otra políticamente correcta de un Santiago peregrino, bonachón y dialogante -la que ahora preside la Sala Capitular, donde se reúne el Cabildo-, porque, según dicen, es «más adecuada al actual espíritu de la Iglesia y para transmitir los valores de la peregrinación y el espíritu del Año Santo Jacobeo.

Además, digo yo, esta imagen trasmitirá un look jacobeo mucho más acorde con los nuevos tiempos. La de un joven Santiago actual, alegre, comprometido y solidario con los problemas de su tiempo, muy alejado del Santiago Matamoros preconciliar, de gesto fiero y espada en mano que simboliza el nacionalismo español más intolerante y excluyente, tan cerrado al dialogo, reaccionario y belicista. Fascista.

Si resucitara, este moderno SP (Santiago Peregrino) podría muy bien ser uno de nuestros jóvenes y jóvenas indignados y haber encabezado, pancarta en mano, las manifestaciones del «nunca mais» y del «no a la guerra». Hasta formaría parte de las plataformas «cultura contra la guerra» , «soldados y soldadas por la paz» o «pacifismo sin fronteras». Y seguro que habría abogado por la inmediata retirada de nuestras tropas de Afganistán.

Después de esta afortunada decisión para la convivencia y la paz con nuestros queridos hermanos mahometanos -totalmente ajena, por supuesto, a la masacre islámico-marroquí del 11-M-, el Cabildo quizás estudie la posibilidad de retirar la numerosa imaginería del Apóstol guerrero que queda en la catedral; y hasta en Santiago de Compostela y otras muchas ciudades de España. Como la figura del Apóstol que, a caballo y también espada en mano, encabeza el baldaquino del Altar Mayor de la catedral, o la réplica en piedra de Santiago Matamoros que preside la mismísima fachada del Obradoiro. Tiempo al tiempo.

Esperemos, pues, que la decidida actuación de los actuales ministros de Interior y de Justicia del gobierno de Rodríguez Zapatero concluya la magnífica labor iniciada por el Cabildo de Santiago, con propuestas de Ley que permitan la erradicación definitiva de las seculares y bárbaras fiestas populares de Moros y Cristianos, que además de discriminatorias para los moros -que siempre son los que pierden-, evidencian desde su propia denominación inasumibles actitudes vejatorias y xenófobas para el colectivo musulmán, que en nada contribuyen a las buenas relaciones con Marruecos, nuestro gran amigo y vecino del sur.


Asimismo, con objeto de reparar la tremenda injusticia histórica que representa la existencia del apellido Matamoros, sería de gran interés promover una modificación radical del registro civil que obligue a cambiar ese apellido deleznable y ofensivo por otro más acorde con el nuevo espíritu dialogante y fraternal con el mundo islámico: Matacristianos, Mataznares o Matarratos, por ejemplo. Amén.

Finalmente el Cabildo, tras las críticas de la legión de compostelanos (y compostelanas) clamando indignados por la vuelta de su Patrono a la catedral, ha resuelto el dilema con un alarde de imaginación, acorde con su talante postconciliar y jacobeo. Para contentar a los fieles, y a la vez preservar el espíritu ecuménico, conciliador y democrático que les impulsó a retirar la secular imagen del Apóstol -tan feroz y sanguinario contra el noble y pacífico ejército musulmán de Abdel-Rahman II-, ha decidido tapar con una hermosa alfombra de lirios y flores blancas las efigies de los aterrorizados sarracenos que yacen a los pies de su caballo, víctimas de la espada justiciera de un Apóstol tan preconciliar y belicista. La elección de las flores ha sido cuidadosamente elegida por el Cabildo catedralicio, ya que el lirio representa la pureza, el amor virginal en el mundo cristiano. Además, para los poetas griegos era símbolo de ternura. De esta forma, a partir de ahora, propios y extraños podrán contemplar la imagen renovada del Apóstol, ya transformado en Santiago Mataflores. Todo sea en aras del consenso, el diálogo de las civilizaciones, el amor y la paz universal. Amén.

                           Artículo de: ANTONIO CABRERA  (Periodista Digital)


Clarividente artículo de Antonio Cabrera ante el "meloso y temeroso" comunicado del Cabildo de la Catedral de Santiago. Desde aquí reivindicamos nuevamente la historia-leyenda, la tradición de nuestro Santiago Peregrino, nuestro Santiago Matamoros, emblema de nuestra Historia y protagonista de tantos siglos de lucha contra la civilización que estaba, está y estará en contra de nuestros valores, principios y sentimientos. 

“Hundí, efectivamente, la mano en el guante de piedra que otras manos habían abierto. Era, por el roce, más alabastro que mármol: un tobogán exiguo y resbaladizo para que los dedos palpasen la ultratumba. Desde la metafísica del fuste, pero sin modificar su yerta superficie, me trepaba un calor que imaginé energía allí acumulada por los peregrinos. ... Pero conozco y jamás olvidaré el diáfano desenlace de la aventura. Mejor dicho: lo que entonces recibí, lo que aquellos minutos me restituyeron. Algo que tal vez nunca tuve: señas de identidad. No he vuelto a perderlas.” (Fernando Sánchez Dragó, “Gárgoris y Habidis”). 

Hoy día de Santiago Apóstol, debemos recordar el ritual obligado como final al largo tránsito de la aventura que supone recorrer cualquiera de las rutas hacia Santiago de Compostela. Allí los peregrinos funden su mano en la piedra, entierran sus dedos en el parteluz del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago, en el Árbol de Jesé, dejando allí parte de la esencia del viaje y recogiendo el testimonio de millones de caminantes que, en aquellos cinco huecos, han dejado desde antiguo parte de su espíritu. 

Muchos kilómetros atrás, en la ciudad de León, los viajeros del Camino, en ceremonia semejante, aunque más sencilla y poco conocida, remedan la misma escena. En la jamba central izquierda de la Portada del Juicio Final, en el Pórtico Occidental de nuestra catedral, entre San Juan y San Pedro, se encontraba la talla del Apóstol Santiago antes de su traslado al interior del templo para su restauración. 

La figura del Apóstol de España no se representa con la cruz abacial de doble travesaño, como primer arzobispo de España; ni con la espada envainada, en memoria de su martirio, como en Reims, Chartres y Amiens, o desnuda, como en Nôtre Dame de París. En la catedral de León, Santiago es peregrino y cubre su cabeza con el sombrero de fieltro y ala ancha, adornado con venera, que se recoge con cordón y que era usado con habitualidad en el Medievo. De aspecto amable y bondadoso, sostenía en su mano derecha el bordón de romero, de peregrino, que el tiempo y el hombre han hecho desaparecer; de su lado izquierdo cuelga un pequeño y típico zurrón, con venera. 

Este discreto lugar, actualmente poco o nada frecuentado, ha sido durante siglos punto de referencia de miles de peregrinos que en su camino se han acercado a la catedral, y han dejando su huella visible en el desgaste del pilar, del fuste central que sostiene al Apóstol. Con el paso del tiempo, la pequeña columna ha ido moldeándose por las caricias de muchas manos y el roce piadoso de medallas, cruces y objetos queridos, que buscaban y buscan la energía, la tradición, el aliento del santo, el poder y la magia que emerge de la catedral o, tal vez, el vigor y el ánimo de viajeros anteriores. 


Esta costumbre, aparentemente simple, forma parte de los cuantiosos mitos, prácticas y tradiciones que conforman el Camino de Santiago, peregrinación cuya existencia no hay que buscarla en la tumba del Apóstol ni en la ciudad donde se encuentra, sino en los mismos orígenes de la religiosidad humana: Sol y Tierra. El caminar hacia el oeste es una marcha constante hacia la puesta del Sol; hacia el lugar donde el Sol, fuente de vida, muere. Es el encuentro personal con la muerte en una tierra en donde aún persiste una atmósfera atemporal. 

La magia, la atracción, la esencia de lo que es y simboliza la Ruta Jacobea, el Camino de Santiago Apóstol, hay que buscarla en el significado de su origen primitivo, en su afán ancestral de la búsqueda de identidad, del conocimiento. Hay que buscarla en el contacto permanente y directo con la tierra, en los caminos que se transitan, en los parajes, pueblos y ciudades que se cruzan, en sus gentes, en sus templos; en los pequeños ritos y costumbres ancestrales que, como la caricia del fuste que sostiene a Santiago Peregrino en la catedral de León, se suceden a lo largo del trayecto.

El Reino de León protagonista de esta tradición. El 1 de agosto de 1170, con el patrocinio del rey leonés Fernando II, se funda la Orden de Santiago, en principio con el fin de defender la frontera de la extremadura del Reino leonés frente a las posibles incursiones musulmanas. 

Las conquistas leonesas, entre las que se encontraban la ciudad de Cáceres (Qasrish), son confiadas a la Orden que desde el 31 de enero de 1171 se sitúa bajo la advocación y patrocinio del apóstol Santiago que, a pesar de que actualmente se pretende vincular exclusivamente a un ámbito extremadamente localista, su culto y promoción fue desde sus inicios obra de los reyes asturianos y, más tarde, de sus herederos los monarcas del Reino de León, que protegieron y divulgaron la devoción al santo por toda la Península, que llegará a ser Patrón y Capitán General de las Españas. 

El Reino de León, y la Orden Militar de Santiago que implanta, protege y difunde por toda España, tendrán un protagonismo especial durante toda la Reconquista, llegando hasta el episodio que pone fin a la invasión y expansionismo musulmán iniciado en el siglo VIII desde el norte de África: la rendición de Granada. Pero eso es otra historia.


                                                  San Marcos (León) - (foto Artehistoria)

                                                                                                                                                 

Diada: una permanente farsa

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La historia de la elección del 11 de septiembre como fecha de la diada de los catalanes se remonta al año 1886 cuando varias entidades catalanistas organizaron una misa en memoria de los caídos en el sitio de Barcelona al final de la Guerra de Sucesión española. Como podemos ver, la “invención” de turno comienza 172 años después de que las tropas de Felipe V pongan fin a la Guerra de Sucesión, NO SECESIÓN como permanentemente la denominan los catalufos


Dice Pío Moa que catalufo es un término despectivo que se viene aplicando desde hace ya tiempo no a los catalanes, sino a los nacionalistas. Señala que, para apreciar la diferencia entre catalanes y catalufos, basta decir que los catalanes convirtieron a Barcelona en el primer emporio industrial de España. Lo hicieron gracias, para empezar, a su renacido espíritu de empresa, pero también al conjunto del mercado español y a la protección –por lo demás excesiva–, de Madrid, que veía en Barcelona y en Bilbao dos focos económicos fundamentales para el país. 

La simbiosis entre Cataluña y las demás regiones era evidente, y así lo sentían los catalanes. Pero los catalufos no. Para ellos la industria barcelonesa probaba la diferencia esencial, racial, con el resto (su propaganda cultivó la idea ridícula de ser una raza aparte y superior). Dejaban a Cataluña, por tanto, dos opciones: separarse del resto de la inferior España o dominarla mediante un imperialismo extravagante, que finalmente se contentaría con los “países catalanes" (¿eso qué es?).

Pero volvamos a el motivo de la diada. La verdad sobre aquel 11 de septiembre realmente es otra. Fue la oligarquía soberbia, ambiciosa e ignorante de Barcelona la que decidió entrar en la guerra únicamente para conseguir beneficios territoriales y económicos (¿os suena?). 

Gracias a la decisión de sus “dirigentes”, Cataluña fue arrasada y convertida en un campo de batalla durante 10 años, simplemente con la esperanza de poder conseguir para su único beneficio alguna merced en el caso de que triunfara el pretendiente austriaco. En la actualidad, los herederos de aquella fatal decisión, niegan los hechos ocurridos y lo trasforman en su fiesta nacional, invalidando y trasmutando la verdad del suceso. 


Aquella fue una guerra de Sucesión donde los vencedores borbónicos tenían catalanes en sus filas y los defensores de Barcelona luchaban por “nosotros y por toda la nación española” . Según el manifiesto leído al pueblo barcelonés en aquellos trágicos días, se trataba de: “salvar la libertad del Principado y de toda España; evitar la esclavitud que espera a los catalanes y al resto de españoles bajo el dominio francés; derramar la sangre gloriosamente por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España” (Todo esto, por supuesto, se omite por los catalufos). 

El escritor escocés J.M. Barrie autor de la conocida novela de fantasía titulada Peter Pan, describe en ella una isla ilusoria donde se asienta un país donde ocurren permanentes aventuras, y viven en diversión permanente, sin leyes establecidas, ni normas ni responsabilidades. Es el país de Neverlan, de Nunca Jamás, es el país Catalán. Es el país donde habitan los catalufos. Allí todo es mentira e invento, pura fantasía: himno, dialecto, folclore, historia, arte, arquitectura, historia y, por supuesto, diada.

 

 



Vuelve San Froilán a León

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Cada año que trascurre, la fiesta de San Froilán se vuelve más popular en la ciudad. Después de la pandemia regresa, con algunos cambios, la tradición, los carros, el Foro u Oferta, el mercado, las avellanas y la morcilla, la música y el baile, las Cantaderas… En una palabra León vuelve a la esencia de su pasado.

El 5 de octubre del año 905 muere en la ciudad de León el obispo Froilán. Después de 1116 años del suceso, se sigue recordando y celebrando su paso e impronta en esta ciudad y en el reino leonés. 


Nace Froilán, según las crónicas, en los arrabales de la localidad de Lugo en el año 833, en el lugar denominado Regueiro dos Hortos, espacio a extramuros de la ciudad ubicado entre la Puerta Miñá y la Puerta del Postigo de la muralla romana, muy cerca de la vieja Catedral en la que, de acuerdo con la tradición, fue bautizado por “padres nobles y piadosos”, que le imponen por nombre Froilán, nombre de origen germano cuya raíz original significa “señor”.

Por ese lugar, que ve nacer y crecer a Froilán, la capital lucense se abre al oeste por la antigua calzada romana XIX del Itinerario de Antonino que, tras vadear el poderoso Miño, lleva a los viajeros hasta la tumba de Santiago, descubierta en el 813.

Posiblemente Froilán los vio pasar y habló con ellos, descubriendo que su peregrinaje pretendía la búsqueda del aprendizaje de las bases y fundamentos del conocimiento humano, y que seguían aquella ruta atávica marcada desde la noche de los tiempos. Aquella ruta se mantuvo imperturbable a pesar de las invasiones, al poder y la fuerza de nuevas culturas y a la intolerancia de las distintas religiones imperantes a lo largo de los siglos.

Sobre aquel lugar del camino, Froilán vivirá sus primeros años; pero no serán aquellos peregrinos quienes influirán en el ánimo del joven, será el ascendente de la cercana Catedral, la que intervendrá en su educación y formación gracias a la escuela que los canónigos mantenían en el templo. Sin embargo, no hay que olvidar la existencia de cronistas que aseguran que fue educado por su madre, elevada posteriormente a los altares (Santa Froila), dedicándose desde muy temprana edad al estudio de los asuntos sagrados. Según atestiguan, ya desde niño, “gustaba de amor al retiro, soledad y oración”. Hay también quién afirma que, “su cultura, litúrgica y patrística, que era mucha, la adquirió por su cuenta”.

Eran tiempos de reformas. Alfonso II, desde su sede regia instalada en Oviedo, restauraba en su corte la tradición visigótica. Asimismo, el propio monarca, junto con nobles y obispos, promovían vivamente la renovación monástica del nuevo reino que había quedado asolada por la invasión islámica. Froilán que, según se cuenta en aquellos años, “temía a Dios y elevaba su corazón a las regiones altas para contemplar al Señor; miraba siempre para las cosas humildes y, lleno de fe y de buenas obras, andaba por los caminos de la virtud, como buen negociante de los caminos de Dios”, se imbuye en esa nueva corriente y con 18 años abandona padres, casa y ciudad, para dirigirse al corazón del Reino, a las montañas leonesas, con el fin de vivir en soledad, pero también de predicar a las gentes: “de su boca emanaban las maravillas del Señor”.

Su primer retiro será en la conocida Gruta de Ruitelán, al oeste de la provincia, en la zona de Valcárcel. De allí se traslada a las montañas del Curueño, donde coincide con Atilano, presbítero aragonés, decidiendo ambos proseguir su vida ermitaña en la Gruta de Valdorria. La fama de hombres santos, llega hasta el obispo de León que les pide que funden un monasterio bajo la Regla de San Benito; el lugar escogido será Valdecésar.

Tras la Batalla de la Polvorosa en el 878, que condena a los musulmanes al sur del Duero y devuelve la tranquilidad y seguridad a las riberas del Esla y Órbigo, Alfonso III hace llamar a Froilán para que contribuya en la repoblación y cristianización de la zona. Froilán fundará el Monasterio de Tábara, que será uno de los más importantes monasterios benedictinos de la Edad Media, especialmente famoso por su scriptorium y sus admirados beatos: Morgan, Tábara y Gerona.

En el año 900 fallece el Obispo Vicente de León y monarca y pueblo leonés coinciden en solicitar a Froilán que ocupe la Diócesis de la capital del Reino. Froilán será ordenado sacerdote y consagrado obispo de León el día de Pentecostés del año 900.

Durante su larga vida como eremita, evangelizador, fundador y obispo en tierras del Reino de León, no hay constancia de su regreso a Lugo. Sin embargo, el nacimiento de Froilán en la ciudad gallega, hará que, con el tiempo y el prestigio del Santo, las autoridades lucenses promocionen y divulguen entre el pueblo su devoción. El fervor popular, conducirá a la Diócesis de Lugo 900 años después de su muerte, en 1.605, a declararle Patrón de la ciudad. En 1.614, tras la petición del Ayuntamiento de Lugo, se enviarán desde León a la ciudad gallega algunas reliquias del Santo Patrón, para su exposición y adoración por los lucenses.


Pero es en León donde realmente se conmemora la festividad de San Froilán. Desde hace siglos se celebra la que es, sin duda, la más importante de las romerías de la provincia que el Santo "comparte" con la fiesta de La Virgen del Camino, y que es conocida como la "La Romería de San Froilán" : 5 de octubre de cada año.

¿Porqué esta celebración conjunta? Julio de Prado cree que el motivo fueron las epidemias, calamidades y las brutales sequías que se produjeron durante los ss. XVI y XVII, originando rogativas y procesiones conjuntas de La Virgen del Camino y el Arca de las Reliquias de San Froilán.

La gran afluencia de fieles a la famosa Romería procedentes de todos los pueblos leoneses, pero también de otras provincias, sobre todo desde Asturias, hizo que la fiesta religiosa sea también una fiesta de convivencia, que se acompañaba con tradicionales comidas-meriendas, principalmente de tortilla que se regada con abundante vino de la tierra, degustándose en grupos de parientes, amigos o vecinos en la explanada del Santuario de la Virgen. Templo (desde marzo de 2009, Basílica), que a lo largo de siglo y medio ha sufrido profundas trasformaciones. La música y los bailes de la región leonesa no podían faltar en la Romería: dulzaina, tamboril, gaita y cantos autóctonos de los distintos pueblos de la provincia, amenizaban aquellas horas de asueto tras los actos religiosos.

Pasando el tiempo, surgen nuevas tradiciones como el "desfile de carros". Al mencionado "carro de la Virgen" que se trasladaba desde la ciudad de León al Santuario (6 km.), se le unieron los carros de los pueblos de los alrededores, que se engalanaban extraordinariamente para rivalizar entre ellos en colorido y originalidad.

En la actualidad los "carros" ya no se acercan al Santuario de la Virgen del Camino y, únicamente, desfilan por la ciudad, que cada vez va tomando más protagonismo en la Romería, programándose más actividades lúdicas: exposiciones de artesanía, mercados, festival de órgano, teatro, corros de lucha leonesa, concentración de pendones, la pugna dialéctica del Foro u Oferta y las Cantaderas (tradiciones de las que hablaremos en otra entrada), etc.

El fervor popular por aquel obispo y Santo leonés de hace más de 1000 años ha perdido fuerza. Sin embargo, San Froilán está presente estos días en las calles leonesas, si bien su fiesta ha tomado otro cariz, convirtiéndose en una festividad en la que se recuerda al Santo a través de espectáculos y "puchero": rosquillas, chorizo, avellanas, picadillo y la espectacular morcilla leonesa, pleitean con las celebraciones religiosas.


- Cartel Fiestas de San Froilán 2021
- Puerta lateral del Santuario de la Virgen del Camino. Obra de José María Subirach. 
- Monumento en Regueiro dos Hortos (Lugo).
- Impronta sigilar del sudario de San Froilán del obispo de León J. Albertino que autentificaba los restos del Santo, s, XII. 
- Imagen de San Froilán, obra del platero Rebollo, s, XVIII. Catedral de Sta. María de León. 
- Arca de madera y plata. Contiene los restos de San Froilán. Altar Mayor Catedral de Sta. María, León.
- Morcilla tradicional leonesa.
- Para conocer más: "Siguiendo las Huellas de San Froilán" , Julio de Prado. Edit. S. Esteban, 1994. Salamanca.




El mundo margarita

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Se ha celebrado recientemente en Glasgow la esperada cumbre sobre el clima. El objetivo era instar a los países a endurecer sus planes de recorte de emisiones de efecto invernadero de forma inmediata.

En la declaración final que se ha elaborado, se pretende endurecer los planes de recorte de este tipo de emisiones. Estos son los 5 puntos principales de los acuerdos tomados:

-Se solicita a los países actualizar durante el año 2022, sus metas de reducción de carbono para el año 2030.

- Se insta a los países desarrollados a duplicar los fondos para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse al cambio climático.

- Se hace un llamamiento para que gradualmente se reduzca el uso del carbón como fuente de energía, además de disminuir los subsidios a los combustibles fósiles que sean ineficientes.

- Se requiere la necesidad de aumentar económicamente el apoyo a los países en desarrollo en más 100.000 millones de dólares al año.

-Se establecerá un diálogo para examinar el tema del dinero a cambio del daño que el cambio climático ya ha causado.


Todos los firmantes deberán presentar programas de recortes para la próxima década de sus emisiones para lograr el objetivo de que el incremento de la temperatura en el planeta se estabilice entre los 1,5 y los 2 grados respecto a los niveles preindustriales, ya que los planes de desarrollos actuales llevaría a la Tierra a un calentamiento de entre 2,4 y 2,7 grados.

Esta subida de la temperatura produciría el derretimiento progresivo y rápido de los polos y la subida catastrófica del nivel del mar, de migraciones masivas, de cambios en los ecosistemas que causarían la extinción de múltiples especies terrestres y marítimas y el avance de los desiertos, la acidificación de los océanos y la profusión de fenómenos meteorológicos extremos como constantes y destructivas sequías o inundaciones dramáticas, entre otras calamidades.

Este futuro incierto que trata de corregir la cumbre Glasgow, como antes la de París, me hace recordar la curiosa teoría o Hipótesis de Gaia, que ya tiene más de 50 años, y la posterior simulación conocida como el Mundo Margarita (Daisy World).


Desde nuestros orígenes el hombre ha venerado y rendido culto a la Madre Tierra. Para aquellos primeros pobladores del planeta la Tierra estaba viva, de ella surgía la vida como si de un vientre materno se tratara, del mismo modo que todo lo que volvía a ella adquiría nuevamente vida. La Madre Tierra será Pachamama, Gea o Gaia, nombres de la diosa primigenia que personifica al planeta Tierra en las mitologías de distintos pueblos.


De esta manera, James Lovelock y Lynn Margulis crean en los años 70 del pasado siglo la conocida como Hipótesis de Gaia, que, sucintamente, hace referencia a que se considera la Tierra como un superorganismo compuesto por los seres vivos, los mares, la atmósfera y el suelo. La teoría fue ridiculizada al creer que Lovelock y Margulis consideraban a Gaia como un "ente personificado". Sin embargo, estos dos científicos defendieron a una Gaia "viviente" pero desechando por completo la existencia de un "ser consciente".

Para desmontar las críticas recibidas sobre la imposibilidad de que todos los componentes terrestres regularan el clima sin plena consciencia o sea, sin un plan o previsión meditado, Lovelock ideó un modelo matemático al que bautizó como DaisyWorld ("El mundo margarita"), que se explica breve pero conciso en el video de la UNED.  



En consecuencia, se puede afirmar que la Tierra, Gaia es equiparable a un organismo vivo capaz de autorregularse. Sin embargo, esa autorregulación tiene unos límites que son los que actualmente supera, con su violenta intervención, el ser humano. Cuando los límites se sobrepasan la ordenación resulta imposible y el sistema regulador puede volverse altamente inestable. De esta manera, los mecanismos de tipo estabilizador existente se convierten de repente en generadores de inestabilidad trasformando los resultados en un caos permanente.

Gaia deja así de comportarse como la "buena madre" que fue y se puede convertir en una Gaia enemigaindignada y aterradora, ante la cual, como dice James Lovelock: “nada de lo que hagan los hombre servirá para nada”.




Los diablos del Belén

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Se considera a San Francisco de Asís el creador y precursor del Belén, por la representación del mismo que realizó en el año 1223 en la localidad italiana de Greccio, a medio camino entre Asís y Roma.

Cuenta la leyenda que allí, en Greccio, en el valle de Rieti, se produjo la primera representación viviente del nacimiento de Jesús el día de Navidad de 1223. A pesar de que el Papa Inocencio III había prohibido en 1207, solo dieciséis años antes, las teatralizaciones sagradas, Francisco consiguió de su sucesor Honorio III una dispensa para realizar dicha celebración.

Con varios días de antelación hizo preparar en una de las cuevas cercana al monasterio un pesebre con heno y dispuso que se trajera al lugar una mula y un buey. A medianoche acudieron a la cueva para celebrar la misa todos los hermanos franciscanos, además de los vecinos de Greccio y los campesinos de las aldeas vecinas que iluminaron el recinto y sus alrededores con antorchas.

Francisco celebró la misa sobre el pesebre y en la lectura del Evangelio, en el momento que llegó al pasaje: “Gloria a Dios en las alturas, paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, una luz azul iluminó la cuna y todos pudieron ver a Francisco inclinarse y después incorporarse con un recién nacido en los brazos. El Niño, sonriendo y agitando sus menudos pies, tendió sus brazos y acarició la barba y mejillas de Francisco, mientras este lo alzó gritando:“¡Hermanos, éste es el Salvador del mundo!"


Si bien puede resultar excesivo asegurar que aquella noche de Greccio fue el origen de las representaciones del Nacimiento, sin embargo, está justificado considerar el suceso como el punto de partida de un fenómeno con una difusión posterior extraordinaria en todo el mundo. Los franciscanos, a ejemplo de su fundador, se convirtieron en los pioneros del "Belén" en las iglesias y conventos que abrieron por toda Europa. Por ello, desde 1986, San Francisco de Asís es considerado el patrón universal del belenismo.

No hay duda que a partir de ese acontecimiento en Greccio las representaciones del nacimiento de Jesús en un pesebre de la ciudad de Belén, dieron origen a excepcionales muestras de arte popular principalmente en Italia y España, la cual llevó con su expansión territorial esas manifestaciones a toda Sudamérica.


A través de los años trascurridos desde aquel 1223,  muchos son los personajes incluidos en las representaciones y muchos, también, los que se han modificado para incluir unos simbolismos particulares que podemos considerar como "los significados ocultos de los belenes".


Tradicionalmente, en la representación del Belén figuraba la Virgen María y el niño Jesús. San José, con la vara florida, era representado como un anciano para significar que él no era el padre biológico de Jesús. La Virgen estaba asistida por dos parteras o comadronas que con el tiempo pasaron a ser simples pastoras.

Más tarde se añadieron la mula y el buey. En algunas de las representaciones pictóricas la mula, animal considerado testarudo por excelencia y símbolo del pueblo Judío, se sitúa en segundo plano negando su aliento y calor al Niño. En cambio, el buey, de condición apacible, manso y trabajador, personifica a la Iglesia, apareciendo más cerca del recién nacido y en ocasiones solo.


Los tres Magos simbolizan las tres razas conocidas en la época del Nacimiento. También aluden a las tres edades del hombre y más tarde a los poderosos de la tierra. Los pastores representan a los pobres de la tierra, en cambio el pastor que se despierta al oír al ángel, conocido en la tradición napolitana como "Benino", representa el paso de la inocencia a la edad adulta.

Se podrían enumerar un sin fin de figuras cada una con su especial simbolismo, pero la más curiosa y la que no se encuentra actualmente es el personaje del diablo, que en los siglos XIV - XV estuvo siempre presente en los belenes napolitanos.


La figura del demonio se encontraba muy cerca del portal o la mayoría de las veces, bajo el propio portal, en una cueva o gruta, a veces encadenado, pero siempre mostrando un aspecto horrible. Su presencia en los orígenes de los belenes era para subrayar la victoria del "bien" sobre el "mal".

Sin embargo Manuel Berrocal, divulgador, pintor y escritor, autor del celebre "Los duendes españoles en las leyendas populares", habla de la presencia de dos demonios en las representaciones belenísticas anteriores al siglo XVI. Serían dos pequeños diablos menores llamados Alpiel y Cobolios, que no jugarían el mismo simbolismo descrito anteriormente. Cuenta que estos dos diablos "enamorados" de la belleza del Niño, deciden quedarse en una cueva debajo del portal, con el fin de velar permanentemente por la seguridad y el bienestar de Jesús.

En el s. XVI los franciscanos, en su expansión por Europa, eliminarán definitivamente estas figuras de los belenes por no considerarlas apropiadas, dando así efectividad a la desaparición de estos personajes en la inmensa mayoría de los belenes actuales.






La Morenica en la calle

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Era la Madre del pueblo llano, artesano, humilde; amparo de los enfermos y refugio de pobres y desheredados; en resumen, era el consuelo de la población que residía a extramuros del León milenario, quedando al margen de mitras y purpurados. 
Su desaparición por causas desconocidas, hace que se sustituya entre los siglos XV-XVI por una talla anónima al gusto de la época: una Piedad.

En las tallas conocidas como Pietá (Piedad), la Virgen tiene sobre sus rodillas el cuerpo de Cristo tras su descendimiento de la cruz. La imagen leonesa en madera policromada y de autor anónimo pero de inspiración hispano-flamenca, se representa a María como una mujer muy joven cuyo gesto contraído, triste, desconsolado, que está a punto de comenzar a llorar.

En su regazo el cadáver rígido del Hijo con la cabeza caída hacia atrás y el brazo derecho completamente perpendicular al suelo y que con una acentuada curvatura a partir del tórax que acrecienta el aspecto trágico de la estampa. La pierna izquierda reposa sobre la pierna de María rompiendo así la rigidez del cadáver.

En algunos documentos a partir del XV se la nombra como “Santa María la Nueva” o “del Camino del Mercado” o “Nuestra Señora la Antigua del Camino”. Ahora, para los leoneses es “la Dolorosa”, o como cariñosamente la denominó el que fue compañero y amigo Máximo Cayón Waldaliso: "La Morenica del Mercado”.


No hay duda que La Morenica del Mercado es la imagen que más devoción despierta entre los leoneses. Todo un ritual acompaña su salida a las calles de la ciudad el Viernes de Dolores. El día anterior se la retira del camarín del retablo de la Iglesia del Mercado donde permanece durante todo el año. Para esta especial salida se le cambia el manto isabelino de mediados del siglo XIX por uno de terciopelo de color carmesí que, según cuentan, está confeccionado en la India y que fue donado por una devota de la imagen, siendo las hermanas concepcionistas las encomendadas de conservar este manto durante todo el año en un estado óptimo.

Tras la colocación cuidadosa de este manto de cinco metros de vuelo, se le pone la toca, la corona y las joyas, entre las que destacan unos vistosos pendientes de diamantes regalo de Isabel II y su esposo Francisco de Asís.

La salida de La Morenica el Viernes de Dolores marca el inicio de la Semana Santa de León, que arrastra miles de fieles que la acompañan con velas encendidas y que lentamente se mece al son de las bandas de las tradicionales cofradías leonesas, mientras repican incansables las campanas del Mercado y del cercano Monasterio de las Monjas Benedictinas de Santa María de Carvajal, al pie del tradicional Camino de Santiago.

Nuevamente ayer y despues de estos dos años interminables de pandemia, La Morenica volvió a las callles de León.









Gustavo Adolfo Bécquer en León

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Ha mediados del siglo XIX, en una fecha sin determinar, Gustavo Adolfo Bécquer presenció en la mañana de un Viernes Santo en León la ceremonia de “El Encuentro”. Dentro de la humildad de aquellos cortejos procesionales del siglo XIX, el poeta sevillano debió sorprenderse por el fervor, la belleza y la tradición del acontecimiento, seguramente por considerarlo tan distinto a lo que él estaba acostumbrado a contemplar  en la Semana Santa de su Sevilla natal.

La extraordinaria sensibilidad de Bécquer, le llevo a relatar y dejar escrito lo que observó y descubrió en aquella visita a León, en un año que no se ha podido determinar y en la que palpó el ambiente festivo-religioso de una pequeña capital de provincia, que por aquél entonces y en plena decadencia urbanística y económica, no llegaría a 12.000 habitantes.

Sobre lo que presenció aquel Viernes Santo de mediados del siglo XIX en la ciudad de León, Gustavo Adolfo Bécquer dejó escrito lo siguiente:


“Sobre lo que se ha escrito acerca de las fiestas religiosas de estas y otras poblaciones frecuentemente visitadas por artistas y literatos, nos induce a buscar la novedad ocupándonos de otras procesiones que, como la del Viernes Santo, en León, son menos conocidas, a pesar de que por sus detalles y las originales escenas a que dan lugar merece que se haga de ellos, aunque no sea más que un ligero estudio”.

“Esta procesión, llamada vulgarmente “El Encuentro”, sale a las diez de la mañana del Viernes Santo y recorre casi todas las calles de la ciudad, acompañada de cofrades con hachas encendidas, cruces, estandartes y pendones. En esta forma sigue hasta llegar a la Plaza Mayor, donde la espera una multitud de gentes, entre las que se ven pintorescos grupos de montañeses y aldeanos, que en días semejantes acuden a la capital engalanados con sus vistosos y característicos trajes”.

“En uno de los balcones del piso principal de la casa del Consistorio, y bajo dosel, se coloca un sacerdote, el cual, forzando la voz de modo que pueda hacerse oír de los fieles que ocupan el extenso ámbito de la plaza, comienza a trazar a grandes rasgos y en estilo tan dramático como original todas las escenas de la Pasión y la Muerte del Redentor del mundo”.


“Durante el sermón, el paso de Jesús Nazareno con la cruz a cuestas está al extremo de la plaz
a, a la derecha del predicador, y en un momento determinado los de San Juan y la Virgen de las Angustias comienzan a bajar por una de las calles próximas y en dirección contraria”.

“Cuando unos y otros se encuentran comienza lo más importante de la ceremonia. El predicador interroga a los sagrados personajes o habla con ellos; otras veces se dirige a la multitud, explica la escena que se representa ante sus ojos, y con sentidos apóstrofes y vehementes exclamaciones trata de conmoverla, despertando por medios de sus palabras, que ayudan a la comprensión y al efecto de las ceremonias, un recuerdo vivo del encuentro de Jesús con su Santa Madre en la calle de la Amargura”.



Bécquer narra espléndidamente lo que todos los Viernes Santos se produce a primeras horas de la mañana en la Plana Mayor leonesa. 

La procesión denominada de “Los Pasos”, organizada por la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, fundada en 1611, hace un alto para realizar el antiguo y conmovedor “Encuentro” de San Juan con la Madre Dolorosa, a la que realiza una reverencia, en presencia de Jesús Nazareno, en un acto emotivo contemplado todos los años por miles de personas y recientemente considerado de Interés Turístico Internacional.





8 de diciembre, la Inmaculada

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En la sucesión de monumentos que flanquean la conocida Plaza de España de Roma, hay que añadir la Columna de la Inmaculada Concepción instalada frente al Palacio de la Embajada de España.


Cuando el 8 de diciembre de 1854 el papa Pío IX proclamó el Dogma de la Inmaculada Concepción, se pensó que no había lugar más apropiado en Roma para levantar un monumento que la Plaza de España, ya que era la nación en la que esta devoción se encontraba ya profundamente arraigada.

El 8 de diciembre de 1857, Pio IX desde unos de los balcones de la embajada española, bendijo el monumento que se había erigido frente a ella, realizado por el arquitecto Poleti, con una imagen de la Inmaculada fundida en bronce y sobre una columna de mármol de Corinto de origen romano, conocido por su color co
mo “el cebollino”, que había sido hallada en 1778 en el Campo de Marte. 

Cada 8 de diciembre, el Palacio de España engalana sus balcones y ventanas para celebrar la ofrenda florar a la Inmaculada Concepción, a la que puntualmente acude todos los años el Papa.

La embajada de España se encuentra en el antiguo Palacio Monaldeschi adquirido en 1647 y rehabilitado posteriormente por el arquitecto Francisco Borromini, siendo conocido actualmente como Palacio de España. Borromini realiza un espléndido trabajo diseñando la ampliación del palacio y trazando el vestíbulo y la fantástica escalera principal que conocemos por la multitud de reportajes.

Comentar que el Embajador de España desempeña también el cargo de Gobernador de las "Obras Pías de los Establecimientos Españoles en Italia", una institución vinculada a la Iglesia que administra en Roma y Palermo (Sicilia) los bienes fruto de donaciones de españoles para construir albergues, asilos, hospitales y sepulturas para los peregrinos.

                


- Monumento a la Inmaculada Concepción frente el Palacio de España.
- Pio IX.
Festa per la nascita dell’Infante Don Carlo”, realizada en 1662 por autor anónimo.
- Papa Francisco el 8 de diciembre.


FELIZ NAVIDAD 2022 !!!!

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(Texto WIKIPEDIA)

«El pequeño tamborilero», conocido en Latinoamérica como «El niño del tambor», en Colombia como «El tamborilero», es una canción de Navidad popular épica, cuya letra relata la historia imaginaria de un niño que se gana la vida con un tambor y que, no teniendo nada con que obsequiar al neonato Mesías en la Nochebuena, decide darle una serenata con su instrumento como prueba de amor, hecho ante el cual el Recién Nacido le mira y le sonríe dándole a entender que ha comprendido la intención.


Como el célebre «Noche de paz», «El pequeño tamborilero» es actualmente uno de los villancicos (como canción navideña, no según la fórmula poética tradicional española) más populares e interpretados de Occidente, siendo sus letras más conocidas las escritas en inglés y en castellano.

Hasta el momento, la noticia probada de atribución de autoría más antigua que se tiene de «El pequeño tamborilero» data de 1941, cuando la pianista Katherine Kennicott Davis (1892-1980), natural de St. Joseph (Missouri), manuscribe la canción, titulándola Carol of the Drum («Villancico del tambor») se dice que transcrita de un supuesto original checo, del que adapta libremente la letra al inglés y la publica bajo el seudónimo de C.R.W. Robertson. A partir de 1955, la canción adquirió cierta popularidad después de que la célebre Familia Trapp grabase una versión, y se publicaran hojas volantes para divulgar su letra y música. Sin embargo, la música y letra final en inglés se atribuyen tanto a Katherine Davis como a Henry Onorati y Harry Simeone. En lengua española fue sobre todo popularizado por el cantante Raphael en la década de 1960.

El tema argumental de la canción tiene su antecedente en una ópera que Jules Massenet compuso en 1902, y que a su vez recoge la trama de un cuento de Anatole France en el que recrea una leyenda francesa del siglo XII titulada Le Jongleur de Notre Dame (El juglar de Nuestra Señora). Tal leyenda narra cómo un juglar entona su canto ante una estatua de la Virgen María y ésta le sonríe o le arroja una rosa, según las diferentes versiones de la historia. 

Musicalmente hablando, también parecen reforzar la teoría de la melodía checa (o, al menos, ajena a la pluma de la propia Katherine K. Davis), ya que, como algunos musicólogos han puesto de relieve, la melodía se basa en compases de los llamados de "amalgama", o mezclas de tempo, en este caso ternario y binario, que permitan "frasear" perfectamente el texto y la música, cuestión ésta que la pianista ignoró al transcribir su versión, sin duda porque la escritura de una canción en estas condiciones para adaptar la prosodia de la letra impuesta a la melodía, excedía las posibilidades de su técnica (es decir, que en la práctica cantada hay que forzar la prosodia para que encaje con la melodía, o viceversa, con respecto a lo que aparece escrito, lo cual no debería darse de haber sido ambas concebidas para formar una unidad; este hecho suele escapar al oído profano en la materia, pero no al del compositor o el poeta profesionales). Esto es observable en el manuscrito original de la autora.

                    For KING & COUNTRY - Little Drummer Boy (Rewrapped Music Video) 




Las Candelas y las fiestas de febrero

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El rapto de Proserpina – Alessandro Allori


Plutón, el dios del inframundo, se enamoró de la bella Proserpina, hija de Júpiter y Ceres, raptándola y llevándola consigo al Averno. Ceres, al darse cuenta de la desaparición de su hija, la buscó día y noche alrededor del mundo, recorriendo campos, mares, montañas y bosques, alumbrándose en la oscuridad con teas y antorchas. Fue el Sol quién señaló a Ceres el rapto de Proserpina por parte de Plutón. Ésta, indignada, se retiró a uno de sus templos negándose a dejar crecer los frutos de la tierra, poniendo así en peligro el futuro de dioses y hombres. A éstos últimos por la falta de alimento y a los dioses por quedarse sin los sacrificios que cotidianamente les hacían los humanos.

Mercurio fue el enviado de Júpiter para que ordenara a Plutón que permitiera salir del Infierno a Proserpina. Plutón accedió con la condición de que ésta viviera seis meses al año con él, pudiendo permanecer el resto del año con su madre. De esta manera, los meses que madre e hija están juntas, Ceres decora la tierra con flores de bienvenida y, del mismo modo, permite que se llenen de frutos árboles, huertas y sembrados. Pero en el otoño, cuando Proserpina regresa al Hades y abandona a su madre, ésta desatiende la naturaleza que pierde así sus frutos y colores.

persep12

En el mundo romano, las mujeres, en los primeros días del mes de febrero, rememoraban aquella búsqueda de Proserpina por parte de Ceres, utilizando teas y antorchas y dando lugar así a la fiesta conocida como “de las luces”. 

Pero también el mes de febrero era el mes de las fiestas Lupercales, muy celebradas en Roma, que se festejaban el 15 de febrero (ante diem XV Kalendas Martias). Tras los oportunos sacrificios, adolescentes desnudos marchaban en procesión azotando manos y espalda a las mujeres que encontraban en su camino, dispuestas a ser parte de la fiesta lasciva. Utilizaban correas confeccionadas con piel de cabra, a modo de miembro viril, resultando rituales de fuerte contenido sexual encaminados a la fecundidad, pero también a la purificación.

Andrea Camasseiː Fiestas Lupercales, óleo sobre lienzo

Como vemos las tradiciones ancestrales se asemejan y entrelazan. En la ley judía, la madre que había dado a luz un varón era considerada impura durante siete días, a los que había que añadir treinta y tres días de “purificación de la sangre”. En total eran cuarenta días que, en el caso de que el nacido fuera niña, se duplicaban. Al cumplir los plazos, cuarenta u ochenta días según el sexo del recién nacido, la madre debía de llevar al Templo un cordero, un pichón o una tórtola para redimir su “pecado”. Si no fuera posible ofrecer un cordero, podría presentar dos pichones o dos tórtolas, caso de la Virgen María.

Sébastien Bourdon, La Presentación en el Templo

La purificación de las madres en el Templo tenía lugar por las mañanas en el atrio de las mujeres. Allí eran rociadas por el sacerdote con el agua lustral, agua que había apagado las brasas de la hoguera de algún sacrificio, a la vez que se recitaban oraciones al respecto.

Además de la purificación de la madre, la ley mosaica obligaba a la presentación del primer nacido si era varón. Según se cita en el Éxodo: “Le separaréis para el Señor y se le consagraréis”. De esta manera, todos los primogénitos de los hijos de Israel debían ser dedicados a la vida religiosa. Pero al escoger Dios para este cargo a los hijos de la tribu de Leví, estableció que los primogénitos de las restantes tribus no debían servir en el Templo, pero habrían de ser presentados al Señor como ofrenda que se le debía, siendo "rescatados" de la dedicación religiosa con ofrendas.

Giovanni Bellini, Presentación en el Templo

A finales del s. V el papa Gelasio I, con el fin de reemplazar las fiestas lupercales de febrero, que seguían teniendo mucho seguimiento entre el pueblo como fiesta de exaltación sexual y de purificación, además de terminar con la costumbre heredada de la mitología sobre la constante búsqueda de Proserpina, instaura el 2 de febrero la conmemoración de la visita al Templo que celebró la Virgen María a los cuarenta días de dar a luz, dando lugar a las fiestas cristianas de Purificación y Presentación: Las Candelas.


Candela. 2

Pero Gelasio también instituyó el 14 de febrero la evocación del martirio de Valentín ocurrida en el año 270. Según la leyenda, Valentín fue un sacerdote cristiano, anteriormente médico, que se opuso a ley que prohibía a los soldados casarse. El sacerdote desafió al emperador Claudio II celebrando en secreto matrimonios para jóvenes enamorados. En consecuencia, el emperador ordenó encarcelar y asesinar a Valentín.

Gelasio I

Valentín fue martirizado y ejecutado el 14 de febrero del 270. Sobre su tumba Julia, la hija de un oficial romano al que Valentía había devuelto la vista, plantó un almendro de flores rosadas. Desde entonces el almendro es símbolo de amor y amistad duraderos. La festividad religiosa de San Valentín se celebró hasta el año 1969, año en el que Pablo VI decidió eliminarla siguiendo los acuerdos del Concilio Vaticano II, que ordenaba la búsqueda de existencia y detalles reales en la vida de los santos a los que la Iglesia dedicaba un día del santoral.


No se sabe a ciencia cierta cuando empezaron a celebrarse las procesiones cristianas en estos días. Se conoce que en el s. X se celebraba en Roma, con gran solemnidad, la fiesta de la Purificación de la Virgen María, en la que eran protagonistas las candelas y los cirios que se prendían para procesionar, para después llevárselos a casa y encenderlos en situaciones de necesidad.

En la actualidad, quedan varias muestras de esta celebración ritual. En León son varias las localidades que mantienen viva esta tradición: Cea, Grajal de Campos, Villafrea, Campazas, … En la capital, aparte de la tradicional misa y bendición de las candelas el día 2 de febrero en la catedral de Santa María, se celebra la entrañable fiesta de “Los Usías”, tradición que se sitúa en la iglesia de Santa Marina La Real y que tiene sus raíces en la Edad Media, siendo sus primeros protagonistas los nobles leoneses. En este día se realiza la tradicional presentación de los niños nacidos durante el año, con oferta de pichones, que ahora es recogida y participada por el pueblo como pequeña evocación de aquellas primeras fiestas atávicas.


- Rapto de Proserpina. Alessandro Allori.
- Retorno de Proserpina. Lord Leighton.
- Fiestas Lupercales. Andrea Camassei.
- La Presentación en el Templo. Sebastian Bourdon.
- Presentación en el Templo. Giovanni Bellini.
- Las Candelas. San Miguel de Escalada.
- Papa Gelasio I.
- Martirio de San Valentín. Maestro de Cambrai.



Carnaval de León 2023

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Tal y como hoy lo conocemos el Carvanal, guste o no, tiene su origen en las fiestas de la Edad Media y es un producto del cristianismo, por lo que resultaría muy simple identificar el Carnaval con las fiestas Saturnalias romanas.  Ello no impide que dentro de los diversos festejos quedaran incluidas algunas celebraciones con clara raigambre pagana.

La esencia de la fiesta era disfrutar de los placeres de la vida antes de la llegada del principal periodo de penitencia, la Cuaresma, que se impone en la religión cristiana a partir del s. IV. Las celebraciones conducirán, según la zona, a diferentes comportamientos folclóricos buscando realizar todo aquello que no será posible efectuar durante el tiempo de Cuaresma: diversión continua, música, canciones y representaciones burlescas, bufonadas, sexo y abundante comida y bebida.


Los antecedentes hispanos del Carnaval se pueden seguir desde el s. VII. Durante el periodo visigodo, San Isidoro de Sevilla criticó las actuaciones de los fieles en el periodo previo a la Cuaresma: 
“… adquieren monstruosas apariencias, disfrazándose a modo de fieras; otros toman aspecto mujeril, afeminando el suyo masculino. Hacen gritería y danzan y con torpe perversidad se unen los de uno y otro sexo formando cuadrillas y esa turba de enflaquecidos espíritus se excita con el vino.”

La invasión árabe debió hacer un gran paréntesis en las celebraciones, pero el arraigo debía ser tan fuerte en la sociedad que nuevamente aparecen en el s. XIII bajo la denominación de carnestolendas, vocablo referido a que después de las celebraciones habría que cumplir con el precepto cuaresmal de no comer carne. Un siglo más tarde se conocerá como carnal, y será en el siglo XVI cuando la definición de las fiestas previas a la Cuaresma se italianizará bajo el apelativo de Carnaval.


El antropólogo Julio Caro Baroja incide en un término muy español para estas festividades: “Antruejo”. Este nombre castellano varía en el noroeste español: Portugal, Galicia, Asturias y León. La forma “Entroido”, que aparece por primera vez en un texto leonés de 1229, es muy popular actualmente en Galicia, pero también en Léon. Otras formas como “Antroido” en Asturias y “Antruydo” en Santander, según Julio Caro proceden, sin duda, de la palabra latina, “Introito”, entrada, introducción, comienzo, …

Carlos I llegó a prohibir, bajo diferentes penas, la costumbre cada vez más extendida de disfrazarse en las celebraciones ocultando el rostro mediante máscaras: “… porque de traer máscaras resultan tan grandes males y se disimulan con ellas y encubren, mandamos que no haya enmascarados en el Reyno”. 

Con el paso del tiempo se relaja la prohibición. Muestra de ello, es la crónica que durante un viaje de Felipe II a Zaragoza, a finales del XVI, se relata la utilización de las máscaras durante las Carnestolendas“Es costumbre en España las máscaras por las calles diciendo coplas y cosas para reír, echando huevos llenos de agua de colores donde ven doncellas en las ventanas, ésta es la mayor inclinación de los de esta tierra, que son muy deseosos de luxuria, echar manojos de harina, nieve si cae, o naranjas”.


Los jesuitas españoles persiguieron los excesos carnales que se producían en estas fiestas, presentando como alternativa el piadoso “ejercicio de las cuarenta horas”, que consistía en acudir a los templos para escuchar sermones y música sacra durante el tiempo que duraba el Carnaval. 
La última proscripción importante en España hacia el Carnaval, culminó con la prohibición que hizo de las celebraciones el gobierno del General Franco. No obstante, en el medio rural no llegó a ser tan efectiva, manteniéndose en vigor antiguas costumbres que a veces cambiaban de nombre para "camuflar" la celebración, pero manteniendo su esencia.

Como vemos, estas celebraciones han pasado por momentos de declive y prohibición, pero siempre han resurgido con más fuerza. En general, durante siglos se ha producido una pugna entre el pueblo liberado de las normas sociales por la fiesta y las autoridades del momento que no deseaban perder el control de la calle.


Actualmente son innumerables las celebraciones por toda la Península, en las que predominan los desfiles de disfraces, máscaras, danza y música, imitando los desfiles brasileños de baile y lentejuelas. Sin embargo, persisten innumerables ritos antiguos por toda la geografía española que sobresalen por su variedad, originalidad, su pequeña localización y enigmáticos trajes, utensilios y máscaras: zancarronescascamorraszipoteroscarantoñas, etc. 


Destacaremos los Carnavales de Llamas de la Rivera, localidad muy cercana a la capital, en donde el domingo anterior al martes de Carnaval se celebra El Antruejo, fiesta de interés turístico provincial. En este día, una serie de personajes salen a la calle con la misión de recorrer las casas con aire festivo y con la intención, en principio, de asustar a la gente, pero claramente con espíritu burlesco y festivo. La denominación de estos personajes son claramente ancestrales: "los guirrios", curiosos individuos, con abanicos y cencerros, que llevan grandes tenazas, vejiga y un rabo con el que sacudir a los que se crucen en su camino; los vistosos abanicos se colocan sobre la cabeza en un armazón de cartón que se denomina "mazcara".

Pero también aparecen otros personajes: "el toro", "la gomia" (que simula un caballo), "la madama", mujeres con los trajes típicos de la localidad, "el diablo", etc. Curioso resulta "la rosita", protagonista siniestro que viste túnica de saco y cara de tronco de árbol, y que, según los vecinos, quiere representar una mujer fea y muy alta. Se decora con una larga lengua.

Por último, relatar una curiosa y vieja tradición medieval en las celebraciones carnavalescas, hoy por supuesto perdida, pero que enlaza con la actual costumbre de introducir un premio, un regalo, en nuestro típico Roscón de Reyes, en el que hace años, como muchos recordamos, era habitual ocultar una haba en su interior.

¿Porqué un haba? El hombre medieval creía que el aire era portador de vida, por lo que una simple ventosidad podía tener concepciones genéticas (en algunas sátiras se afirmaba que los campesinos nacían de un pedo de asno ¡!). Por eso, los seguidores del Carnaval pretendían que durante su celebración se comiera hasta reventar, estando “obligados” a comer los alimentos más flatulentos: guisantes, judías y habas, con el fin de que las ventosidades de esos días se “apoderaran” del mundo mediante las “almas-pedo”. 

Según creencias filosóficas griegas (Pitágoras) el “alma-haba” que se come, se trasforma en un embrión a los 40 días. De ahí la tradición de esconder una haba dentro del dulce el día 6 de enero, festividad de los Reyes Magos. El que come la porción de roscón que la contiene se convertirá en rey, y a los 40 días (justo durante el periodo de Carnaval), se trasformará en el rey de los “truenos de Carnaval”.


Obras de José Gutiérrez Solana:

- Carnaval en la aldea. 
- Las máscaras 
- El entierro de la sardina.
 
- Baile de máscaras.


Antruejo de Llamas de la Rivera

Guirrios. Foto de Kyle Hearn.
La Gomia.
- La Rosita. Foto de Kyle Hearn.





MUSEO ARQUEOLOGICO NACIONAL (MAN)

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Tal día como hoy el 5 de julio de 1895 la reina regente de España María Cistina inauguraba oficialmente la nueva y definitiva sede del Museo Arqueológico Nacional en la calle Serrano de Madrid, en los antiguos locales del Palacio de Biblioteca y Museo Nacional y que albergaba también la Biblioteca Nacional y el Museo de Arte Moderno.

En aquella fecha y como novedad museográfica en esta nueva sede, destaca la recreación de ambientes mediante la llamativa decoración pictórica de las salas con estilo y motivos relacionados con la temática de las colecciones expuestas. Así mismo se recurrió al uso de reproducciones, vaciados y maquetas con fines didácticos.

Hace unos años dedicamos una entrada a la historia particular del MAN, que reproducimos a continuación, incluyendo las incautaciones que se hicieron en León por parte del Estado, con el fin de aumentar los fondo museísticos.

"A mediados del siglo XIX se fraguaba en Madrid, por parte del gobierno central, la creación de un Museo Nacional de Antigüedades donde se instalasen definitivamente las piezas de arte más sobresalientes del país, para salvarlas del “abandono” que habían provocado las distintas desamortizaciones.

Primera piedra_thumb[1]

Administrativamente el Museo se creó mediante Real Decreto de Isabel II de 20 de marzo de 1867, siendo ministro de hacienda y Fomento D. Manuel Orovio Echagüe. Unos meses despuésMonlau_thumb[3]se nombró su primer director, D. Pedro Felipe Monlau, instalándose, como sede provisional, en el palacete conocido como Casino de la Reina, ya que, el que sería su centro definitivo el Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, se encontraba en plena construcción.

Aquella primera exposición en el Casino de la Reina reflejaba la filosofía y el criterio decimonónico de exhibir todos los fondos existentes. En la escasa superficie del edificio, se aglutinaron las colecciones de piezas prehistóricas, junto a muestras de arte antiguo, de la Edad Media y Moderna, además de colecciones sobre etnografía, numismática y patrimonio de distintos países. Era la primera vez que en España se mostraba y abría al público una exposición con tal variedad de piezas y objetos de tal enorme arco cultural y cronológico.

Monetario. Casino de la Reina_thumb[1]

La ciudad de León no fue ajena a la creación de esta Institución. Dos años después de su creación administrativa, concretamente el 9 de diciembre de 1869, siendo regente del reino tras la revolución, D. Francisco Serrano y Domínguez, se personaron en la ciudad el secretario del Museo, un vocal de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos, junto con un representante del Gobierno Civil de la provincia, procediendo a incautar en la Basílica de San Isidoro y posteriormente trasladar a Madrid para que formaran parte de los fondos del recién creado Museo, una serie de objetos artísticos.

casino de la reina_thumb[2]

Las confiscaciones leonesas incluyeron un códice del s. XIV, un óleo sobre tabla, seis cofres, cajas o arcas de diferentes periodos, entre las que sobresalía un arca de ágata y plata del s. XI, y por supuesto, el magnífico y conocido crucifijo románico de marfil que Fernando I y su esposa Sancha regalaron a la Basílica. De esta manera, se ejecutó uno de los saqueos de arte más significativos de la ciudad de León. En la entrada de 27-01-2013, fonsado / 9 de diciembre de 1869: Incautaciones en San Isidoro (http://www.fonsado.com/2013/01/la-incautacion-de-obras-de-san-isidoro.html), se detallan cumplidamente toda esta relación de objetos incautados.

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Esta situación no era nueva ni desconocida en la ciudad. Dos años antes, el propio director del Museo Arqueológico, D. Pedro Felipe Monlau, en uno de sus frecuentes viajes a León en busca de piezas para el Museo, localizó en la Iglesia de San Marcelo, concretamente sobre la propia talla del santo titular que preside el retablo del altar mayor, obra de Gregorio Fernández (s. XVII), una espada de las denominadas jinetas que la talla de San Marcelo portaba al cinto.

El alto valor artístico-histórico de la pieza dio lugar a la realización de importantes gestiones o “presiones” por parte del ahora director D. José Amador de los Ríos, teniendo como resultado que, al año siguiente, la espada fuera “donada” por el Cabildo de la Iglesia de San Marcelo al Museo Arqueológico, pasando a formar parte de los tesoros artísticos leoneses que se localizan, por una u otra causa, en Madrid. Ver entrada: fonsado / 11 de noviembre de 2009: La jineta de San Marcelo (http://www.fonsado.com/2009/11/la-jineta-de-san-marcelo.html).

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El origen de la espada leonesa es una incógnita. Es muy probable que llegara a León junto con el cuerpo de San Marcelo y que fuera una ofrenda al santo realizada por Fernando el Católico, que estuvo presente en la ciudad en los actos de marzo de 1493. Si fuera así, la espada pertenecería a algunos de los altos personajes nazaríes tras la conquista de Granada.

Después de pasar cerca de cuatro siglos colgada al cinto en la imagen de San Marcelo presidiendo el retablo del altar mayor de la iglesia leonesa, le esperaba su nueva y definitiva ubicación en Madrid para ser exhibida en el recién creado Museo Arqueológico. Pero no iba a finalizar ahí su historia, a la jineta leonesa le esperaba una nueva e inesperada aventura.

Como ya hemos señalado, la sede del nuevo Museo se decide construir en un solar existente entre el Paseo de Recoletos y Serrano. Hasta la finalización de lasobras del nuevo edificio, el Museo se ubicó, como ya hemos dicho, en el Casino de la Reina, al sur del Madrid de la época. Se trataba de un pequeño jardín con palacete y unos pequeños pabellones, que habían sido casa de recreo de la reina Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII.
  
Amadeo I inaugura el Museo en 1871, todavía en su instalación provisional en el Casino de la Reina, en la madrileña Glorieta de Embajadores. En aquellos momentos el panorama político español resultaba desolador. En Madrid los motines y algaradas populares eran frecuentes. El 11 de diciembre de 1872, un grupo de insurgentes republicanos salieron a la calle siendo uno de sus objetivos el Museo Arqueológico.

Manifestación del pueblo de Madrid en la Puerta del Sol durante la revolución de 1868, obra de J. Casado del Alisal_thumb[2]_thumb[1]

El asalto al Museo no formaba parte de la acción político-revolucionaria de los alborotadores, sino que, únicamente, se trataba de conseguir cualquier tipo de arma allí expuesta. D. Antonio García Gutiérrez, director en aquel momento del Arqueológico, relató los sucesos de aquella noche:

"Entraron en el denominado Salón Árabe, sin que se les pudiera oponer resistencia. Los cinco individuos del cuerpo de orden público que guardaban el establecimiento no tenían otras armas que tres revólveres por lo que, notando la insistencia con que los amotinados les buscaban, creyeron prudente ocultarse. El conserje del Museo trató de calmar la violencia de los amotinados, ebrios en su mayor parte, haciéndoles algunas concesiones, como un revólver de su propiedad y una carabina del jardinero. No pudo impedir que otros se apropiaran de unas armas antiguas de poco valor, salvo una espada granadina que es la única pérdida importante a lamentar."

La llegada de los soldados provocó la huida de los asaltantes que rápidamente desaparecieron por las calles adyacentes al Museo. Uno de aquellos revolucionarios se llevó con él la jineta de San Marcelo, hecho que pudo haber sido el final de la historia de la pieza. Sin embargo, la suerte quiso que durante su ronda habitual dos civiles militarizados, miembros del 10° Batallón de Voluntarios de la Libertad, escuchasen gritos y vivas a la República.

Localizados los alborotadores, los militares les dieron el alto efectuando uno de ellos un disparo al aire que produjo la huida instantánea de los dos amotinados y abandonando lo que llevaban en las manos: una vieja bayoneta y una espada antigua, espada que resultó ser la jineta de San Marcelo, robada momentos antes del Museo y que de esta manera pudo regresar a los fondos del mismo.


A finales del siglo XIX el Museo se traslada a su nueva sede en Recoletos, una vez finalizado e inaugurado el edificio del Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales por la reina regente María Cristina y los reyes de Portugal.
  
Es una nueva e interesante etapa, protagonizada por las nuevas adquisiciones, los importantes hallazgos arqueológicos y, sobre todo, por la guerra y la pérdida de las colonias, que generan una nueva ideología nacional cerrada al mundo y centrada en la historia y los orígenes propios. Esta tendencia se extiende también al Museo Arqueológico que cobra un nuevo sentido ajustando su montaje a la historia y arte español, filosofía que mantendrá durante todo el s. XX y que se ha subrayado asimismo en la última y reciente remodelación.

La guerra civil paralizó por completo la actividad y proyectos del Museo. En previsión de daños, se retiraron las piezas de pedestales, salas y vitrinas, guardándose en cajones apilados dentro de un andamiaje.


Finalizada la guerra civil se hizo cargo en la dirección del Museo de 1939 a 1951, D. Blas Taracena Aguirre que, una vez solucionados los problemas surgidos de la contienda, consiguió abrir al público y hasta 1951 una instalación provisional, conocida como “Museo resumido” o “Museo breve”, en el que se mostraban las piezas más representativas de los fondos.

Taracena_thumb[1]De 1952 a 1966, bajo la dirección de D. Joaquín María de Navascués, se consolida un nuevo proyecto museístico adecentando salas y empleando nuevos e innovadores materiales expositivos. De 1968 a 1981 con el nuevo director, D. Martín Almagro Basch se remodela totalmente el edificio pasando a tener cinco plantas y a partir de 1988 se plantea una nueva remodelación: se amplía espacio bajo el jardín existente en la fachada de la calle Serrano, se reorganiza el archivo y comienza su informatización.

Entre 2008 y 2013, bajo la dirección de D. Rubí Sanz Gamo y de D. Andrés Carretero Pérez, se ha desarrollado la última e significativa reforma del edificio en el que se ubica el Museo Arqueológico Nacional y la reinstalación de su exposición permanente. Según se indica en la página web del MAN: “El edificio se ha acondicionado logrando que sus espacios se distribuyan más racionalmente, sean más accesibles, dispongan del equipamiento tecnológico necesario y respondan a los criterios de confortabilidad y seguridad requeridos para hacer cómoda y placentera la estancia en él.

La ampliación de las áreas públicas permite ofrecer a los visitantes una zona de acogida en condiciones idóneas, exponer nuevas colecciones, ofertar una amplia variedad de actividades simultáneamente y poner a su disposición nuevos servicios.

La renovación museográfica de las salas de exposición incorpora todos los medios técnicos y de comunicación que pueden favorecer la puesta en valor de las colecciones y la comprensión del discurso expositivo histórico propio del Museo, convenientemente actualizado y reinterpretado a la luz de los nuevos descubrimientos científicos.”

Pero volvamos a los orígenes. Como ya hemos señalado con anterioridad y tras su creación administrativa en marzo de 1867, unos años más tarde, concretamente en 1871, tuvo lugar la inauguración del Museo Arqueológico Nacional, en el palacete conocido como Casino de la Reina. El acto comenzó a las 5 de la tarde con la asistencia de autoridades y del propio monarca D. Amadeo de Saboya.

Como se puede leer en el recorte de prensa de la época, los jardines del palacete se engalanaron para la ocasión. Se realizó la lectura del discurso inaugural y, seguidamente, comenzó a sonar, interpretado por la banda del Regimiento de Cantabria con la participación de un coro de cuarenta miembros y las voces de cincuenta alumnos del Conservatorio, un himno para la ocasión cuya partitura fue compuesta por el maestro D. Emilio Arteta.

Tras seis años de reforma integral, en marzo de 2014 el MAN reabría sus puertas. A las 7 de la tarde, la cantata de la inauguración en 1871, “Cantata a la Patria”, volvía a ser interpretada esta vez por la Banda Sinfónica de Madrid y el Coro Nacional de España en la escalinata de entrada al Museo, entre las características esfinges de bronce.

31 de marzo de 2014 Inauguración del nuevo Museo Arqueológico Nacional_thumb[1]

- MAN
- Primera piedra del Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales.
- Pedro Felipe Monlau.
- Sala de Numismática. Casino de la Reina.
- Casino de la Reina.
- Piezas expoliadas de San Isidoro. Ver entrada.
- San Marcelo y jineta. Ver entrada.
- Manifestación Puerta del Sol en 1868. José Casado de Alisal.
- Inauguración Museo en el Casino de la Reina, 1871.
- Sala Museo durante la Guerra Civil.
- Joaquín María de Navascués.
- Recorte prensa. Inauguración 1871.
- 2014: el MAN abre de nuevo sus puertas. Cantata de Arriola.


La Virgen de agosto

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Entramos en el mes de agosto, un mes lleno de cambios. Es el momento en que la mayoría de las cosechas llegan a su término y la tierra ofrece y regala sus últimos frutos. Es el mes en el que comienza a notarse tristemente el cambio de ciclo: la luz nos abandona cada vez más temprano, haciendo los días más cortos.


Agosto es el mes en el que el mundo católico y ortodoxo celebra la denominada: “Assumptio Mariae Virginis (Asunción de la Virgen María). Es la fiesta de La Asunción, o como se conoce popularmente, la “Virgen de Agosto”, en el que la Virgen María es "ascendida" al cielo en cuerpo y alma.

Esta historia no es casual. El 13 de agosto el mundo pagano celebraba una gran festividad que era consagrada a la Virgen Diana, diosa, entre otras cosas, de la fertilidad y la naturaleza. Tocada con una diadema en forma de media luna creciente, era la guardiana de las montañas y reina de los bosques, teniendo sus santuarios cerca de manantiales, montañas y ríos.

Su figura y culto fueron muy importante en la Península pero también en todo el mundo romano, ya que la ferviente adoración por Diana llega a mencionarse hasta en la Biblia, en el que se recuerda el “motín de Éfeso”, la revuelta que se produce en la citada ciudad debido a las predicaciones de San Pablo en contra de los dioses locales (Hechos de los Apóstoles, 19,23)

“… sino también de que sea tenido en nada el templo de la gran Diana y de que sea despojada de la majestad aquella a quien venera toda Asia y el orbe entero. Al oír esto se llenaron de ira, y se pusieron a gritar: “¡Grande es la Diana de los efesios!”. 

Curioso resulta que fue en el propio Concilio de Éfeso, en el 431, donde se oficializó el culto a María.

                         

El culto a Diana fue una de las grandes festividades del mundo romano que el cristianismo no lograba derrotar. La Iglesia, con un leve cambio de fecha, pasando su festividad del 13 al 15 de agosto, convirtió la tradicional fiesta de la Virgen Diana en la festividad de la Asunción de la Virgen María, la asunción al cielo de la madre virgen de Cristo, que, de esta manera, absorbe el resultado de una serie de cultos matriarcales ancestrales que se pierden en el tiempo.


Diana cazadora. Guillermo Seignac.
Diana. Alexandre J. Chartron.
Diana cazadora. Michelena.
Asunción de la Virgen. Murillo.













La fiesta del solsticio de invierno

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Miles de años antes al nacimiento de Cristo las sociedades primitivas celebraban el solsticio de invierno, la victoria de la luz sobre las tinieblas. Era la noche en que se anunciaba el nuevo nacimiento de la luz, pero también el cambio del ciclo productivo que predecía una nueva primavera y, con ella, la continuación y el resurgir de la vida.

En los inicios de la era cristiana se ignoraba por completo la fecha en la que había nacido Jesús. Se especuló con distintos momentos: en los inicios de la primavera, también en otoño, hasta que en el año 350 el Papa Julio I dictaminó que Jesús fue alumbrado el 25 de diciembre.

¿Por qué el 25 de diciembre? Los romanos celebraban las fiestas en honor a Saturno, Saturnalia, dios de la agricultura y la cosecha. Entre el 17 y el 24 de diciembre el ciclo climatológico cambiaba dando lugar al inicio de un nuevo periodo agrícola. En esos días la sociedad romana celebraba banquetes, se bebía y bailaba, adornaban las casas con planta de las denominadas siempreverdes: muérdago, acebo, etc., y se entregaban regalos. El día 25, la fiesta era denominada Brumalia y conmemoraba el día más corto del año (calendario juliano) y un “nuevo Sol”. Era la fiesta del Natalis Solis Invicti, el “Nacimiento del Sol Invicto”.

Los nuevos cristianos vieron con agrado la decisión de Julio I de conmemorar el nacimiento de Jesús en esas mismas fechas, y continuar así con las celebraciones ancestrales que se encontraban muy arraigadas en las costumbres populares. De esta manera, la Navidad (del latín nativitatem, nacimiento) o Christmas, (en lengua inglesa, “misa de Cristo”), se introdujo en nuestro mundo occidental como continuación o remedo de las mismas fiestas paganas del culto al Sol.

No se deben obviar como antecedentes de la Navidad, los ritos solsticiales que se celebraban en Egipto, donde la triada Isis-Osiris-Horus eran los protagonistas y el 25 de diciembre era precisamente la fiesta de Isis, un verdadero trasunto de María. Del mismo modo, Buda, Tammuz en Babilonia, el dios frigio Attis, Dionisio en Grecia, Frey, hijo de Odín entre los vikingos y Krishna en la India, todos muy anteriores a Cristo, poseen múltiples coincidencias en lo referido a su nacimiento y su celebración alrededor del 25 de diciembre. Todos son hijos de una madre virgen, aparecen estrellas, hay pastores, el alumbramiento en pesebre o cueva, presencia de magos, ofrendas, rumiantes, etc.


Especial comentario merece el culto a Mitra, que enlaza fuertemente con las fiestas romanas que hemos citado. Las primeras noticias sobre el dios Mitra aparecen ya 3.500 antes de Cristo en la India donde es considerado como dios de la luz, del amanecer y del Sol, extendiéndose su influencia hacia el oeste y absorbiendo también usos y prácticas de todos los pueblos de la zona.

Mitra, llamado El Salvador, hijo de madre virgen, nació el día 25 de diciembre en una gruta en donde, curiosamente, también se hallaban una mula y un buey. Avisados por las estrellas y una luz resplandeciente, fueron a adorarle pastores y unos magos que le obsequiaron con ofrendas ... Dejaremos aquí las comparaciones con el nacimiento de Jesús, porque son múltiples y variadas, tanto en el alumbramiento, vida y obra, como en la liturgia y el culto posterior a su muerte. 

El culto a Mitra se extendió por todo el Imperio Romano llevado por las legiones, que lo adoptaron en masa después de su paso por Asia Menor. La práctica religiosa resultaba muy atractiva a los soldados romanos que admiraban y seguían sus ceremonias machistas, que acentuaban y reforzaban sus lazos masculinos, resultando una práctica necesaria y positiva entre los guerreros afianzándoles como grupo.

Fue una religión mistérica, es decir, celebraba las ceremonias en secreto, sólo para grupos reducidos de iniciados que practicaban un culto exotérico del que se apartaba a las mujeres. Se realizaba en templos denominados mitreos, espacios que en un principio eran cuevas naturales y, más adelante, construcciones que imitaban las cavernas oscuras con capacidad limitada para grupos inferiores a cincuenta personas. Es seguro que algunas de las criptas bajo las iglesias cristianas fueron en su momento mitreos.


A finales del siglo III se fundió la religión mitraica con el culto al Sol, cristalizando en la nueva religión del "Sol Invictus". El emperador Aureliano la hizo oficial en el año 274 y cada 25 de diciembre se celebraba el festival del Natalis Solis Invicti (el Nacimiento del Sol Invencible).

Los emperadores del s. III fueron protectores del mitraismo, en parte porque su estructura, fuertemente jerarquizada, les servía para afianzar su autoridad y poder, si bien el poder político de la época resultó permisivo en cuento a prácticas religiosas mientras no amenazara el orden vigente.

Cristianismo y mitraismo convivieron hasta la llegada de Constantino en el 306. Constantino el Grande proclamado emperador por las legiones, seguidor de Mitra y político pragmático, no dudó en aprovechar la ocasión para intervenir y elegir como opción preferida. Todo ello a pesar de las leyendas cristianas surgidas alrededor sobre una intervención divina, que reforzó su posición política y declarando el cristianismo como religión oficial del Imperio con el fin de mantenerlo unido.

En el Concilio de Nicea, convocado por el propio Constantino en el año 325, nace el cristianismo más o menos como lo conocemos hoy, apropiándose, retocando y adoptando fechas y hechos de la religión mitraica, copiando además su estructura clerical e iniciando a la vez un acoso hacia esta última. El culto a Mitra queda definitivamente proscrito con el edicto imperial de Tesalónica firmado por Teodosio en el 380, que supone su persecución, el derribo de templos, la quema de libros, etc., hasta su completa desaparición.

Todas estas consideraciones expuestas sobre los orígenes de las celebraciones navideñas, han servido siempre como argumento para desvirtuar, cambiar o tergiversar esta antigua conmemoración. Por una parte, se emplean estas evidencias para señalar las “eternas mentiras” de la Iglesia Católica, pero también, los grupos más ortodoxos abogan por abandonar esta celebración que, según ellos, conmemora, con un empalagoso envoltorio cristiano, las fiestas paganas del culto al Sol.


Los hay que reniegan de estas celebraciones por el salvaje y progresivo consumismo que todo lo envuelve, o se quejan de una perenne obsesión por la apología del amor fraterno en estos días, mientras el resto del año se abandona o se pierde por completo esta práctica. En definitiva, estas fiestas son un auténtico abanico de opiniones: desde los que disfrutan plenamente de ellas, hasta los que verdaderamente las aborrecen.

Sin embargo, a pesar de la festividad religiosa, la alegría infantil, la confraternidad exacerbada, etc., nadie declara o defiende públicamente que en el fondo, lo que verdaderamente nos entusiasma en estos día, es el cambio, el triunfo de la luz sobre la oscuridad. Y es que, desde el origen del mundo, la naturaleza del hombre persigue y anhela la renovación que se produce con el "triunfo del día sobre la noche", que significa un nuevo florecimiento y resurgir de la vida iniciándose en estos días con el solsticio de invierno y eso hay que celebrarlo.


¡Feliz solsticio de invierno! ¡Io, bona, Saturnalia! ¡Feliz Navidad!


La juventud de Baco. William-Adolphe Bouguereau.
L´hiver ou les Saturnales. Antonio Callet.
Adoración de los pastores. Jan Victors.
La adoración de los magos. Rembrandt.
Orgía romana. Henryk Iemiradki.
Mitra, como Sol Invicto. Museos Vaticanos.
El sueño de Constantino. Piero della Francesca.
Fiestas Saturnalias. Thomas Couture.
Bacanal. Alma Tadema.



Fiestas de febrero: Virgen de la Luz

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En el mundo romano el mes de febrero era el mes de las fiestas Lupercales, muy celebradas en Roma, que se festejaban el 15 de febrero (ante diem XV Kalendas Martias). Tras los oportunos sacrificios, adolescentes desnudos marchaban en procesión azotando manos y espalda a las mujeres que encontraban en su camino, dispuestas a ser parte de la fiesta lasciva. Utilizaban correas confeccionadas con piel de cabra, a modo de miembro viril, resultando rituales de fuerte contenido sexual encaminados a la fecundidad, pero también a la purificación.

Asimismo, las mujeres en los primeros días del mes de febrero, rememoraban el bello mito de Proserpin, utilizando teas y antorchas y dando lugar así a la fiesta conocida como “de las luces”.

Estas tradiciones ancestrales se asemejan y entrelazan. En la ley judía, la madre que había dado a luz un varón era considerada impura durante siete días, a los que había que añadir treinta y tres días de “purificación de la sangre”. En total eran cuarenta días que, en el caso de que el nacido fuera niña, se duplicaban. Al cumplir los plazos, cuarenta u ochenta días según el sexo del recién nacido, la madre debía de llevar al Templo un cordero, un pichón o una tórtola para redimir su “pecado”. Si no fuera posible ofrecer un cordero, podría presentar dos pichones o dos tórtolas, caso de la Virgen María.


La purificación de las madres en el Templo tenía lugar por las mañanas en el atrio de las mujeres. Allí eran rociadas por el sacerdote con el agua lustral, agua que había apagado las brasas de la hoguera de algún sacrificio, a la vez que se recitaban oraciones al respecto.


Además de la purificación de la madre, la ley mosaica obligaba a la presentación del primer nacido si era varón. Según se cita en el Éxodo: “Le separaréis para el Señor y se le consagraréis”. De esta manera, todos los primogénitos de los hijos de Israel debían ser dedicados a la vida religiosa. Pero al escoger Dios para este cargo a los hijos de la tribu de Leví, estableció que los primogénitos de las restantes tribus no debían servir en el Templo, pero habrían de ser presentados al Señor como ofrenda que se le debía, siendo "rescatados" de la dedicación religiosa con ofrendas.

A finales del s. V el papa Gelasio I, con el fin de reemplazar las fiestas lupercales de febrero que seguían teniendo mucho seguimiento entre el pueblo como fiesta de exaltación sexual y de purificación, además de terminar con la costumbre heredada de la mitología sobre la constante búsqueda de Proserpina, instaura el 2 de febrero la conmemoración de la visita al Templo que celebró la Virgen María a los cuarenta días de dar a luz, dando lugar a las fiestas cristianas de Purificación y Presentación. Es la fiesta de la Virgen de la Luz, son Las Candelas.


No se sabe a ciencia cierta cuando empezaron a celebrarse las procesiones cristianas en estos días. Se conoce que en el s. X se celebraba en Roma, con gran solemnidad, la fiesta de la Purificación de la Virgen María, en la que eran protagonistas las candelas y cirios que se encendían para procesionar, para después llevárselos a casa y prenderlos en situaciones especiales de celebración o de necesidad.

- Fiestas Lupercales. Andrea Camassei.
- La Presentación en el Templo. Sebastian Bourdon.
- Purificación de la Virgen. Alessandro Turchi.
- Las Candelas. San Miguel de Escalada.



"La Pietà" leonesa: Nuestra Señora del Mercado

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Faltan escasos días para que recorra las calles de León en las Vísperas del Viernes de Dolores, la imagen titular de la Iglesia del Mercado: "Nuestra Señora del Mercado, Antigua del Camino". Popularmente La Dolorosa o La Morenica, a quien acompañan desde el siglo XVIII cientos de mujeres con luminarias que llenan de devoción y olor a cera las calles de la ciudad antigua, señalando el comienzo de la Semana Santa en la capital.

Nuestra Dolorosa representa una iconografía muy conocida que lleva el nombre italiano de Pietà. Y no precisamente porque las representaciones italianas sean las más antiguas, sino por la popularidad que adquirieron algunos ejemplos realizados por Botticelli o Tiziano, o la más conocida ejecutada por Miguel Ángel: la Pietà del Vaticano.


Estas tallas muestran a la Virgen sentada sosteniendo sobre sus rodillas el cuerpo de Jesucristo tras ser desclavado de la Cruz. Toma diversos nombres según el tiempo y el lugar: Virgen de la Piedad, Virgen del Traspaso, Virgen de la Amargura, Virgen de la Caridad, Virgen de la Soledad, Virgen de las Angustias, Virgen Dolorosa, … Es popularmente conocida también como “Sexta Angustia”, aunque existen grandes equívocos al respecto, ya que, a lo largo del tiempo e incluso en la actualidad, se define erróneamente estas representaciones como “Quinta Angustia”. Lo veremos más adelante.

Es, sin duda, el tema más humano de la Pasión. Esta iconografía tiene una gran similitud con la imagen de la conocida como Virgen de la Humildad, de claro origen italiano, y en la que María aparece sentada en el suelo mientras amamanta al recién nacido en una actitud maternal. En la Pietà el pequeño Jesús es sustituido por el Hijo torturado, crucificado y muerto. Es una imagen que refleja la desesperación y el dolor, pero también una rebelión contra la realidad insufrible y, a veces, un profundo desamparo y resignación.

A pesar de la posibilidad de antecedentes italianos, las primeras representaciones de la Piedad, de la Dolorosa, se inician en Alemania, en los claustros de religiosas del valle del Rin. Esta presencia en los conventos femeninos se debe a que el tema es fruto de la mística de la Baja Edad Media, que toma como referencia la conocida loa religiosa escrita por el franciscano Jacopone de Todi a finales del s. XIII, que ensalza los sufrimientos de María en su conocida obra Stabat Mater (“Estaba la Madre …”). Posteriormente es desarrollada por la literatura piadosa franciscana, dominica y cisterciense, y que fue pieza fundamental en el contenido de los Breviarios de Pasión utilizados en las congregaciones de monjas.

Las primeras tallas, de pequeño tamaño, resultan muy expresivas. Como ejemplo, la más antigua que se conserva datada a comienzos del s. XIV, la Piedad de Roettgen, actualmente en el Museo de Bonn, de 88 cm., considerada como una de las representaciones más conmovedoras del arte cristiano. De autor anónimo y realizada en madera policromada, esta primera muestra representa a María como Dolorosa, sobrecogida por el dolor que supone sostener sobre su regazo al Hijo brutalmente torturado y muerto, con la cabeza coronada de espinas y las múltiples heridas abiertas y sangrantes, entre las que sobresale la llaga del costado.

Estas imágenes, esta iconografía se la conoce también como “Vísperal”, en clara alusión a las Vísperas del Viernes Santo, hora litúrgica que coincide con el atardecer, momento en el que se piensa que Jesucristo fue desclavado de la Cruz y puesto en brazos de su Madre.

En el s. XV la rigidez de estas primeras representaciones se trasforma en formas y figuras más amables influenciado por el estilo del momento. Ahora María es más joven, el tamaño es real y manifiesta un dolor más contenido ante el cadáver de Cristo.


La representación de la Piedad varía también en su composición. De los dos personajes habituales, puede derivar a cuatro añadiendo al conjunto María Magdalena y San Juan. Éste último, normalmente, atiende la cabeza de Cristo, mientras la Magdalena se encuentra a los pies del crucificado. También pueden existir conjuntos de seis, siete u ocho; los cuatro personajes ya citados se completan con una de las dos parejas formadas por María Salomé y María Cleofás o bien, por Nicodemo y José de Arimatea o, en otros casos, se representan todas las figuras nombradas.

En la creación de esta imaginería influye también poderosamente el desaliento de los habitantes de centroeuropa, que padecen en aquel tiempo dos grandes sucesos: la Guerra de los Cien Años (entre 1337 a 1453) y la Peste Negra (del 1346 y 1347). En medio de estos dos terribles acontecimientos, los artistas renuevan la iconografía tradicional, fijándose principalmente en los episodios de la Pasión, con escenas patéticas que tratarán de conmover y originar compasión entre los devotos cristianos que, sobre todo hacia la mitad del XIV, conocerán una vida repleta de peligros y dificultades.


Además, durante el Barroco y siguiendo los preceptos del Concilio de Trento encaminados a remover la devoción entre los fieles, esta imaginería obtuvo gran popularidad y, aún hoy, continúa siendo una de las imágenes de la Pasión más populares, además de protagonista en centenares de desfiles procesionales durante la Semana Santa, a pesar que expresamente, el tema de la Piedad no se menciona en los Evangelios, donde solo aparecen referencias al dolor de María en San Lucas (2, 35): “ … y una espada atravesará el corazón para que se descubran los pensamientos de todos”.

Santa Brígida de Suecia en sus Profecías y Revelaciones, escribe: “A medida que todos se iban marchando, vino un hombre, y le clavó una lanza en el costado con tanta fuerza que casi se le salió por el otro lado. Cuando le sacaron la espada, su punta estaba teñida de sangre roja y me pareció como si me hubieran perforado mi propio corazón cuando vi a mi querido hijo traspasado. Después lo descolgaron de la cruz y yo tomé su cuerpo sobre mi regazo. Parecía un leproso, completamente lívido. Sus ojos estaban muertos y llenos de sangre, su boca tan fría como el hielo, su barba erizada y su cara contraída”.

En la célebre Leyenda Dorada, Santiago de la Vorágine habla en uno de sus capítulos de la Virgen de la Piedad basándose en el Evangelio de San Juan ( 19, 25-27): “La Virgen, Madre de Dios, pues lo había engendrado, permaneció junto a la Cruz en que su hijo agonizaba transida de inmensa aflicción. Los dolores de esta madre fueron tan intensos al ver morir de aquel modo a su Hijo que casi murió también ella de compasión.”

La propia Santa Teresa de Jesús, en una de sus visiones místicas ocurrida en Sevilla en 1575, relatará el suceso vivido: “… estando en maitines, el mismo Señor, por visión intelectual, tan grande que casi parecía imaginaria, se me puso en los brazos a manera como se pinta la “Quinta Angustia”. Hízome temor harto esta visión, porque era muy patente y tan junta a mí, que me hizo pensar si era ilusión.”

Estas dos últimas citas, no dejan de ofrecer grandes dudas y confusionismo que llegan hasta la actualidad. La imagen de la Piedad, ¿es la Quinta o la Sexta Angustia?

Las conocidas “siete angustias”, “siete dolores”, son un conjunto de sucesos de la vida de la Virgen María, que poseen también origen alemán. Fueron instituidos y celebrados por primera vez en 1423 en la ciudad de Colonia por el obispo Teodorico de Meurs, y tenían como objetivo reparar las burlas que los herejes husitas (Bohemia) hacían de las imágenes de Cristo y de la Piedad.

Así todo, aunque su origen haya sido éste, no podría faltar en las devociones y celebraciones cristianas, la trasferencia de la mitificación del dolor y del sufrimiento a la figura femenina. En una religión como la cristiana, en la que el dolor está omnipresente. Frente a la figura del hombre, de Cristo torturado y crucificado, tiene que existir la Madre Dolorosa. Estos son los siete dolores, las siete angustias de María:

1º La profecía de Simeón.
2º Huida a Egipto.
3º Pérdida de Jesús en el Templo.
4º Encuentro de María con Jesús camino del Calvario.
5º Agonía y muerte de Jesús en la Cruz.
6 º Descendimiento de Jesús a los brazos de María
7º Entierro de Cristo.

Así se completan los “siete dolores”, las “siete angustias”, los “siete cuchillos” que atraviesan el corazón de María. El número de dolores se fue incrementando hasta llegar a alcanzar la cifra de ciento cincuenta, aunque siempre a prevalecido el número “siete” que, verosímilmente, se sostuvo por la trascendencia de dicha cifra en la mayoría de las culturas y en particular en la forma de pensar medieval. Tienen su correspondencia, por ejemplo, con las siete horas del Oficio Divino e igualmente con los siete gozos de María. Como curiosidad, señalar que el número siete se utiliza frecuentemente en la Biblia: en el Antiguo Testamento el número 7 aparece 77 veces.

La devoción a los Dolores, a las Angustias de la Virgen María fue extendida especialmente por los servitas, Orden fundada por siete patricios de Florencia a mediados del siglo XIII. La historia nos cuenta cómo se reunían estos hombres piadosos y cómo, poco a poco, fue surgiendo la Orden de los Siervos de la Virgen o Servitas, cuyo principal cometido era el meditar sobre la Pasión de Cristo y los Dolores de su Madre.

Anteriormente ya hemos mencionado que la figura de la Piedad, es denominada frecuentemente como Quinta Angustia. La distinción en las representaciones de las denominadas Quinta o Sexta Angustia está bastante clara. Se considera Quinta Angustia toda aquella imagen de la Virgen que se encuentre en el Calvario, a los pies de Cristo agonizante o muerto en la Cruz.

La Sexta Angustia serían todas aquellas imágenes que muestran a María con el cadáver de Cristo en sus brazos, pero también las escenas que representan el Descendimiento, poco antes de la entrega del cuerpo del Hijo a María. El conocido cuadro de Matías Grünewald sería el perfecto ejemplo de representación de la Quinta Angustia. Es una obra impresionante y desgarradora que representa la Crucifixión en toda su crudeza.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la imagen de la Piedad, tradicionalmente es denominada como Quinta Angustia (y no sexta)y todavía en muchos lugares, a muchas tallas, en muchas cofradías y hermandades, en todo tipo de bibliografía antigua o moderna y por muchos autores, se denomina de esta manera. Parece ser que el equívoco se origina al encontrarse en la mayoría de los devocionarios medievales y modernos, la referencia a esta iconografía como Quinta Angustia, por lo que es constante este apelativo al referirse a las imágenes de La Piedad.



- La Morenica.
- La Piedad. Miguel Ángel.
- Nuestra Señora de las Angustias. L.S. Carmona. S. XVIII. Parroquia San Martín de León.
- Piedad de Roettgen.
- Nuestra Señora de las Angustias. Guillermo Doncel. S. XVI. Iglesia Santa Nonia de León.
- Quinta Angustia. Monasterio de Santa María de Sandoval. León.
- La Quinta Angustia de Santa Teresa. Beatriz Barrientos.
- Virgen de los Siete Dolores. Vrouwekert.
- Nuestra Señora del Camino. S. XVI, anónimo. Santuario Virgen del Camino. León.
- Crucifixión de Matías Grünewald.
- Nuestra Señora del Mercado, Antigua del Camino.







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